Amenazas

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Nos quedamos compartiendo una larga mirada.

Me sentía molesta con mi hermano y Luciano por su absurdo plan. Me puse de pie, estire mi mano para ayudarlo, el dudo por un segundo, pero acepto finalmente. La habitación era un desastre, en el suelo había tres cuerpos.

Todos hombres de mediana edad, habían varias cosas rotas por los disparos, entre ellas la botella de vino que compramos, dejando una gran mancha carmesí en la alfombra mezclada con sangre. A simple vista no tenian facciones características de alguna organización, me acerque a uno de los cadáveres buscando una identificación o celular.

No era la primera vez que intentaban hacerme daño, pero era de las pocas que no sabía porque hacían esto. ¿Mi hermano estaría haciendo alguna negociación forzosa? ¿Le quitamos a alguien todo su dinero? ¿asesinamos a alguien y vienen por venganza?

Hay muchas posibilidades, pero pocos tendrían los contactos necesarios para saber que me encontraba en el Mandarín Oriental de New York.

Mire a Luciano por encima de mi hombro.

Él estaba tomando fotos y enviando mensajes a través de su celular, seguro estaría informando lo que paso para que viniera un equipo especial para hacer la limpieza.

Encontré un celular en el primer cuerpo, teniendo cuidado de no mancharme la ropa o manos más de lo necesario, pero en ninguno de los otros encontré identificaciones o más.

—Tenemos que irnos, la policía está en camino— declaro mi italoamericano.

Levante una ceja.

—Hay varios en nuestra nomina, no me molestaría saber quién trato de matarme— podíamos esperar hasta que les tomaran las huellas para identificarlos.

Su respuesta fue una mueca.

—No creó que sea una buena idea— comento finalmente.

Lancé el celular que encontré a las manos de Luciano.

—¿A dónde vas a llevarme ahora? —sabía que voluntariamente él nunca me diría aquello, pero no podía confiar en que tomara las decisiones. En vista de su duda, actúe — no me lo digas, después de esto— señalando los cuerpos— sabemos que tenemos un topo, tomare las decisiones yo, para evitar más invitados indeseados.

No espere a que me dijera algo, levante una de las armas del suelo y quite una de las fundas de las almohadas para cubrirla.

Luciano me veía con ojos preocupados.

—¿Qué pretendes hacer?

Le sonreí. Entendía que esto era una cosa de hombres, están tan acostumbrados a resolver las cosas negociando o con muerte que no les cabe en la cabeza la posibilidad de huir.

—Protegerme— conteste buscando mi cartera y dejando el arma escondida, camine hacia la puerta —Tienes dos opciones como yo lo veo, puedes hacer lo que te digo o explicarle a mi hermano como casi me dan un tiro, mientras estas de guardia.

Raffaele no se caracteriza por ser un hombre razonable.

Ha matado hombres solo por quejarse de las tareas asignadas.

Cuando salí de la habitación mi corazón latía con fuerza, hacía mucho tiempo no me sentía tan jodidamente viva, una electricidad cruzaba cada uno de mis miembros, mi mente iba a un trescientos por ciento más rápida, pensando en las múltiples posibilidades.

Una vez en la recepción todas las miradas estaban sobre nosotros.

El administrador se acercó en mi dirección. Luciano apretó la marcha quedando a un paso de distancia de mí en caso que tuviera que actuar con prontitud, hacia su trabajo como el perfecto guardaespaldas.

Heredera de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora