CAPÍTULO 4

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El martes a última hora teníamos clase de historia, estaba agotada de todo el día y tenía unas ganas inmensas de llegar a casa. Estaba sentada en mi pupitre, dibujando un paisaje con un lago, mientras todos mis compañeros iban entrando poco a poco. El último en llegar fue Nathaniel. Se sentó a mi lado como siempre, en completo silencio. Hacía unos días que había dejado de mirarme, así que ya no me sentía tan observada ni incómoda.

Justo antes de que el profesor terminara su clase nos habló de un trabajo que teníamos que hacer por parejas.

—Es para la semana que viene.

—¿Podemos elegir a nuestro compañero? —preguntó una chica de la clase levantando la mano.

—No. Os emparejaré por orden de lista. —Empezó a decir apellidos por orden alfabético, uniendo a todos los de la clase con alguien con el que no solía hablar, por lo que se escuchaban muchos quejidos y murmullos—. Señor Reed, usted irá con... la señorita Smith.

Levanté mi mirada de golpe de mi pupitre al escuchar mi apellido. Tragué saliva antes de mirar hacia mi lado donde Nathaniel miraba al frente con los labios fruncidos. Él no dijo nada al respecto. Yo tampoco.

—Bien, tenéis 5 minutos para hablar con vuestra pareja sobre el trabajo antes de que suene la sirena.

Di varios golpecitos con mi dedo en la mesa antes de girarme hacia Nathaniel. Él estaba con el codo apoyado en el respaldo de su silla mirándome directamente.

—Parece que nos ha tocado juntos —carraspeé. Él no dijo nada así que empecé a ponerme nerviosa y balbucear sin parar—. ¿Te va bien que quedemos mañana? Podemos hacerlo en mi casa, o en la tuya si prefieres o sino también podemos ir a la biblioteca o...

—En tu casa está bien —me cortó. Yo suspiré con las mejillas coloradas jugueteando con mi pendiente.

—Bien, claro, en mi casa después de clase, no hay problema. —No contestó, no asintió. Seguía mirándome de forma penetrante, ni si quiera lo vi pestañear. Yo, en cambio, parpadeé un par de veces antes de arrancar un trozo de papel de mi libreta y escribir en él rápidamente. Luego se lo tendí—. Mi dirección.

Nathaniel cogió el papel y, sin mirarlo, lo metió en el bolsillo delantero de su sudadera.

—¿Por qué me miras así? —le pregunté mordiéndome el labio. Me sentía incómoda.

—¿Así como?

—Pues así... no sé... me siento...

—¿Intimidada?

—Sí —confirmé sin vergüenza. Sus ojos brillaron de una manera que no había visto nunca, a pesar de que su expresión siguiera igual de gélida.

—Bien.

—¿Bien? ¿Te gusta que me sienta intimidada?

—Sí.

Rodé los ojos. Estaba claro que era inofensivo, no iba a hacerme nada y no iba a permitir que me intimidara. De repente, la alarma sonó y todos mis compañeros se levantaron a gran velocidad, incluido él.

—Hasta mañana—me despedí.

Cómo no, él no me respondió. La chica que se sentaba delante de mí se dio la vuelta con una sonrisa arrogante.

—Veo que vas avanzando con él a pasos de tortuga.

Su amiga, de pie a su lado se rio.

—Es tan patético.

El círculo rojo - #Tú, mi luz (parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora