CAPÍTULO 5

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Di un par de tirones a mi taquilla, pero nada, se había encallado de nuevo. No pensaba volver a secretaría, sobreviviría con lo que tenía encima. Mi espalda dolía por el peso de la cantidad de libros que se iban acumulando pero, dando un salto para acomodar bien mi mochila, intenté ignorarlo.

Busqué por el pasillo a Cloe, era raro que no estuviera ya por aquí, siempre venía a molestarme a primera hora de la mañana, sobre todo sabiendo que ayer por la tarde había estado con Nate. ¿Estaría bien? Por impulso cogí mi móvil y busqué su contacto para ver si me había dicho algo. Ahí estaba, su mensaje. Mi mejor amiga estaba enferma y no iba a venir hoy.

Reprimí un suspiro a la vez que levanté mi mirada chocando con la mirada de Nate; sonreí un poco.

—Bueno días —saludé sin esperar ningún tipo de contestación por su parte.

—Hola —me respondió con un movimiento de cabeza.

Me sorprendí tanto como los compañeros que estaban alrededor. Era la primera vez que saludaba a alguien, y ese alguien había sido yo así que no pude evitar que mi sonrisa creciera. ¿Estaba haciendo avances con él?

Vi por el rabillo del ojo a Verónica con Kelsie, ambas observándome con el ceño fruncido mientras cuchicheaban, pasé de ellas sin querer darle mucha importancia. Estaba de buen humor y no pensaba dejar que me lo arrebataran.

Me giré hacia mi taquilla y sonreí. Nate me había hablado.

Pasé las primeras horas sin más. Cuando Cloe no estaba era algo extraño, me hacía sentir especialmente solitaria, a pesar de que siempre estuviera sola. Mirando alrededor me daba cuenta de que mis compañeros me miraban más de la cuenta, cuando estaba Cloe solía pasar más desapercibida y aunque me hacía algo egoísta, era otra de las razones por las que odiaba que Cloe no estuviera en el instituto.

Mientras caminaba hacia mi taquilla después de la última clase antes del almuerzo, me percaté de que todo el mundo me estaba mirando fijamente. Los murmullos y las risitas no me pasaron desapercibidos. ¿Qué estaba pasando?

—¡Monja! —me gritó un chico y todos alrededor empezaron a reírse.

Lo miré un segundo ante de apretar el paso sin saber qué estaba ocurría. Al llegar a mi taquilla vi un cartel pegado que me dejó bloqueada. Una foto de una monja con mi cara superpuesta, al lado unas letras en mayúsculas que ponían: ELLIE, LA MONJA SUPERIORA.

Arranqué el estúpido cartel mirando a mi alrededor, todos me observaban riéndose, señalándome...

—Miradla, ¿cómo alguien iba a querer darle un beso? —gritó Amanda riéndose. Todos la siguieron.

—Mucho menos tener sexo con ella —musitó Verónica levantando una ceja lo suficientemente fuerte para que todos la escucharan.

Mis lágrimas no tardaron en aparecer. Me sentí humillada.

Arrugando el cartel lo lancé al suelo con fuerza antes de salir corriendo hacia el jardín buscando tranquilidad con todas las risas resonando en mi mente. Llegué al árbol donde siempre iba y puse mis manos en las rodillas inspirando y expirando, estaba hiperventilando así que necesitaba controlar mi respiración, tal y como me había enseñado mi terapeuta años atrás.

Inspirar.

Espirar.

Inspirar.

Espirar.

En el momento en el que sentí que mi corazón empezaba a ralentizarse, me dejé caer en el césped sucio y descuidado junto al árbol, llorando como hacía tiempo que no ocurría.

El círculo rojo - #Tú, mi luz (parte I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora