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El sonido de su despertador fue el responsable de hacerlo refunfuñar.

Lang QianQiu extendió su brazo para apagarlo.

— Maldita sea.

El castaño soltó un bufido y se quedó mirando el techo, otra vez ese tonto sueño.

Nuevamente esa risa tan castrante... Tan castrante pero hermosa.

Eran las 4.30 de la mañana, no podía permitirse otros cinco minutos de sueño o llegaría tarde a su nuevo lugar de trabajo.

Aventó las blancas sábanas que lo cubrían a un lado y se levantó de su ancha cama, trono un poco su cuello, su espalda, sus nudillos y se encamino al baño.
Se miró al espejo y a decir verdad, lo asusto su propio reflejo. La ojeras estaban nuevamente marcadas, su cara estaba seca, los labios partidos y su pelo revuelto.

Tomo su ducha diaria, pero seguía teniendo esa corazonada... Esa corazonada que le hacía sentir que pronto lo encontraría.

Cuando estaba preparando su desayuno, el teléfono sonó.

— Buenos días mi amor — la dulce voz de su prometida, fue lo que escucho al poner el auricular en su oído.

— Buenos días. — seco, como acostumbraba a ser.

— ¿Cómo dormiste mi cielo?

— Tuve nuevamente otra pesadilla — resoplo, denotando fastidio.

— A-Qiu, po-

— Lee Tao, no me llames así.

Un silencio incómodo se apoderó de la línea.

QianQiu tomo el puente de su nariz, frunciendo su ceño y maldiciendo en su mente. La pequeña Lee no tenía la culpa de su enojo a tales horas de la mañana, ella sólo había marcado para desearle un buen día, como siempre lo hacía.

— Lo siento A-Tao, no dormí muy bien mi... Mi cielo, ¿cómo dormiste?

El ojimiel se le hacía incómodo nombrarla con apodos cariñosos.

— No te preocupes amor —era tan fácil volver a ponerla feliz—, sé que esto del compromiso y todos los preparativos para la boda te tienen muy estresado, pero ya pronto termina Baobei —una sutil risa llena de timidez se escuchó del otro lado y Lang QianQiu suspiro.

¿Cómo había aceptado está ridiculez del casamiento?

— Mmm... Sí, me tengo que ir... Querida —por poco y su lengua era mordida por sus propios dientes, era como si su cuerpo no quisiera que se relacionara con ella de ese modo.

— Oh, cierto. Cierto, el nuevo trabajo —se escucho un ruido parecido a cuando uno busca papeles en un gran montón—. No te quito más el tiempo. Sólo te recuerdo que en la noche llego a tu departamento para empezar a hacer la lista de invitados.

— Entendido, ¿algo más?

— Nada, te veo al rato amor... Te am-

— Adiós.

El castaño se volvió a odiar un poco más.
No era justo que fuera tan frío, antipático y cruel con su futura esposa.

Cuando miro el reloj, ya eran las seis con quince minutos, maldijo una vez más mientras iba caminando hacia el coche para arrancar a la nueva universidad en la que impartiría clases.

Llegó quince minutos tarde, genial comienzo, pensó.
Corrió a los checadores, donde había varias personas con trajes, cafés y portafolios saliendo y entrando del pequeño cuarto donde se encontraban los aparatos.

ℝ𝕖𝕖𝕟𝕔𝕒𝕣𝕟𝕒𝕔𝕚ó𝕟.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora