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Las cortinas de metal estaban arriba, así que el sol ya se estaba colando por las grandes ventanas de la cafetería, los transeúntes cada vez eran más frecuentes.

Shen Qingqiu estaba cambiando el agua de las flores de las mesas, no dejaba de darle vuelta al asunto de su amigo.

¿De dónde conocía a ese tipo?, ¿lo estaría amenazando?, ¿por qué los dejaron quedarse a solas?

En medio de sus pensamientos escucho el toquido de la puerta de cristal y un grito.

— ¡Shen!

Era el joven de cabello rosa, vestía una linda chamarra de mezclilla que hacía juego con su mochila, sin olvidar el termo en su mano.

A su lado estaba aquel joven de mirada amable y sonrisa reconfortante, Lan Sizhui.

El propietario se acercó para abrir la puerta.

— Niños, ¿qué hacen aquí?

— Buenos días. ¿Podemos pasar?

El mayor asintió y se hizo a un lado para dejarlos entrar.

— Binghe aún no termina de cocinar. Así que tendrán que esperar.

— No te preocupes, ¿cómo están?

Ambos jovenes se encaminaron a su mesa favorita, aquella que estaba a un lado de la ventana y la única que tenía una suculenta, a petición del chico de ojos marrones y chamarra de mezclilla, ya que le gustaba mucho el color verde.

— Bien, nos quedamos con Qi Rong.

— ¿Cómo está?, ¿mejor? —el pelirosa no dejo que su mejor amigo siguiera con la conversación, seguía preocupado por el ojiverde—, en el mensaje pusiste que no despertó pero seguía durmiendo. ¿El otro hombre se fue?, no le hizo nada ¿verdad?

— Cariño, respira.

Qingqiu sabía lo protector que era el joven de mirada marrón con su mejor amigo.

Lo conocían desde que abrieron el negocio.

De hecho, fue su primer cliente.

Había sido una tarde lluviosa y ya era tiempo de cerrar, durante todo el día ni un alma se paró en el local y los tres estaban desanimados.

Hasta que la campana de la puerta sonó y el joven de, en ese entonces, cabello castaño entro mojado tratando de taparse con su bata de laboratorio.

— Disculpen, ¿aún puedo pedir algo?

Los mayores sonrieron.

— Claro, que sí. Puedes pedir lo que quieras, lo preparamos al instante.

El joven se acercó al mostrador, donde el cansado Qi Rong le seguía sonriendo.

— Voy a querer un pay de elote, un chocolate caliente y... ¿Qué me recomienda?

— Bueno... Nuestro chef puede hacer lo que gustes incluso si no está en el menú. Pero te recomiendo los macarrones. Estos — el ojiverde había tomado una cajita y la había abierto —, son de cortesía.

— Bien, gracias.

Shen no sabía más, pues había ido con Binghe a la cocina por el pay y para preparar el chocolate que había pedido el joven.

Después de un par de horas, donde el joven terminó su pedido y le habían ofrecido secar su bata y chamarra en la lavadora, estaba por irse no sin antes mencionarles que todo había sido delicioso y que recomendaría el lugar, pues la comida de la escuela no era tan buena.

ℝ𝕖𝕖𝕟𝕔𝕒𝕣𝕟𝕒𝕔𝕚ó𝕟.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora