Cap. 3

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Han pasado dos semanas, sus ahorros son escasos pero no se siente tan presionado como debería y eso se debe a que ha ido al café de Jimin sin falta luego de una ardua búsqueda de empleo durante esos días.

Hoy fue un buen día y está ansioso de contarle sobre ello al hombre.

Le han concedido una entrevista de trabajo para el día siguiente.

Sabe que si va a esa entrevista el puesto será suyo, es bueno en lo que hace y sabe que es un elemento importante en su área.

Espera poder demostrarlo.

Entra al local y escucha la campanilla sonar.

A diferencia de las demás veces, Jimin no sale corriendo de la cocina, el hombre está sentado en una de las mesas con la cabeza cabizbaja. Está seguro que no lo ha escuchado.

Frunce el ceño y tiene que acercarse y tocarle el hombro para llamar su atención.

Jimin levanta el rostro y su preocupación se dispara al ver al hombre con lágrimas en su rostro.

—Oh, Jungkook. No te escuché perdón.

Lo ve limpiarse el rostro con rapidez y le regala la sonrisa de siempre. Se extraña, es como si Jimin tuviera una sonrisa automática para pretender que todo está bien.

El hombre comienza a recoger la mesa y entonces nota que tiene varios papeles allí. Lo detiene.

—¿Qué tal si preparas café? —le dice con la voz más suave que tiene—. Yo levanto esto.

Jimin niega pero él es más persistente.

El hombre se rinde y lo ve desaparecer por la puerta de la cocina.

Él comienza a acomodar los papeles pero nota que son facturas atrasadas.

Se paraliza cuando comprende que es una advertencia del banco para embargar el lugar.

Comienza a leer y nota que el hombre tiene un atraso de varios meses para pagar un préstamo. Le quitarán el lugar si no paga.

La tristeza la invade. Sabe, por todo lo que Jimin le ha contado, lo que le ha costado ese lugar.

Más allá del valor monetario, Jimin puso su corazón en cada parte.

No sabe qué hacer y cuando el hombre viene con las tazas de café y su fingida sonrisa, tiene que evitar enfrentarlo porque sabe que es lo último que necesita.

Trata de hacer olvidar al hombre con charlas banales, ni siquiera es capaz de contarle sobre su entrevista de trabajo del día siguiente.

Sólo quiere ver sonreír al hombre y no quiere cuestionar la razón de ese sentir.

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