𝑜𝑐ℎ𝑜 + 𝑖𝑙𝑢𝑠𝑡𝑟𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛<3

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La joven caminaba sin apuro, deleitándose con las hermosas decoraciones de los pasillos. Sonrió de oreja a oreja al recordar lo que le había sucedido a su antigua compañera. Ahora que la favorita del jeque había sido encarcelada por fin dejaría de ser la segunda opción y sería la mujer principal en complacer al Señor y amo del palacio.

—Ay, amo esta vida. —murmuró aún vagando entre sus pensamientos.

Tal parecía que el destino al fin le daría lo que tanto deseaba.

Dio unos pequeños brincos, deleitándose con lo escenarios que imaginaba; Donde ella y el jeque se enamoraban y el gobernante dejaba todas sus riquezas y joyas en su poder como una muestra de su infinita adoración hacía su futura mujer.

Sin embargo sus adorados pensamientos fueron interrumpidos por un golpe no tan lejos del pasillo en donde se encontraba.

Arrugó la nariz y sujetando su bedlah comenzó a guiarse por los estruendosos ecos. En cuestión de minutos descubrió que todo el escándalo era hecho por los trabajadores, que entraban y salían de una habitación en específico.

Pero esta no era una simple habitación, era la habitación que el jeque le había otorgado a T/N.

—¿Que carajos están haciendo? —El veneno estaba impregnado en cada palabra de aquella pregunta, toda la alegría que había sentido hace segundos fue completamente eliminada por el cólera.

—Siguiendo las ordenes del señor. —contestó Omitsu, quien se encontraba junto a Hisa, ambas a un costado de la puerta supervisando que el trabajo se realizará a la perfección tal y como su señor lo había ordenado. Miró a la joven y alzó una ceja. —El señor les dejo muy en claro que debían permanecer en su alcoba ¿Porque has desobedecido su orden?

La muchacha infló el pecho y carraspeó evitando la mirada de Omitsu, intentando mantener la compostura.

Maldicion la habían atrapado.

Rodó los ojos.

—No evadas mis preguntas, imbécil, ¿Porque carajos están llevando todo eso a la recamara de esa pordiosera?

Omitsu apretó la mandíbula, nadie hablaría así de su niña, mucho menos en su presencia.

—Ah, ¿Así que está celosa? —preguntó burlesca. Era consiente del estatus de la jóven pero Omitsu era quisquillosa, no permitiría que alguien como ella le hablará de tal manera. Sonrió de lado clavando una fuerte mirada en la menor.— No te culpo, al contrario, te compadezco. Debe ser horrible que un plato de segunda mesa sea simplemente eso, un triste y vulgar reemplazo.

Los guardias y trabajadores presentes inmediatamente comenzaron a murmurar, algunos admiraban sorprendidos tal escena mientras otros se burlaban descaradamente de la situación.

Fuera cual fuera las reacciones de los empleados todos coincidían en algo, estaban sorprendidos. Jamás se pensó que un ser inferior como una mera empleada alzaría su voz ante un alto mando, menos si se trataba de una acompañante del jeque.

Las palabras de Omitsu habían logrado su objetivo, herir y humillar. La joven apretó molesta las telas de su bedlah sin despegar su mirada de la mujer.

Siseo molesta apretando los dientes.—¡Escúchame bien, maldita perra! ¡Tu!

—Señorita. —Intervino Hisa, manteniendo su dulce y característica sonrisa. Ya había sido suficiente.— Los conflictos son innecesarios, no debería. —y antes de poder finalizar la oración, una sarcástica y burlona risa la interrumpió.

—No necesito sermones de una vieja sarnosa como tú. —soltó con asco, dejando inmóviles a ambas mujeres.— No tienen idea del error que acaban de cometer.

Alhelí | ZohakutenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora