Fate/Infinita Eternidad Ilimitada

Interludio Chaldea 2

-Retón- el susodicho volteó con un pedazo de papa en la boca, observando a Olga, la cual tenía una bandeja con un delicioso desayuno hecho por Archer, Sita como siempre acompañándola si tenía algún problema.

-Buenos días Olga, Sita, ¿Puedo ayudarlas con algo?- preguntó Retón después de retirarse el pedazo de tubérculo -Si. Verás, ahora que eres un Master, uno de tus trabajos como empleado de Chaldea es el de entregar un reporte semanal sobre el estado de tus servants, no es algo del otro mundo, pero como recompensa se te otorga un ticket de invocación- Retón levantó una ceja por la mención de ese objeto -un ticket de invocación te permite la invocación de un servant sin la necesidad de usar cuarzos. Es uno de los proyectos que mi padre le impuso a Da Vinci antes de su muerte, para que los Masters tuvieran un pequeño impulso para mantener el buen trabajo- mientras Olga explicaba, Retón anotaba todo en una pequeña tableta electrónica.

-Ok, eso si es un incentivo para tenerlos bajo control, ¿Supongo que hay un límite para la cantidad de tickets?- Olga asintió mientras masticaba su comida, luego tragó- Asi es, es un ticket por semana, pero obligatoriamente se tiene que realizar el reporte para que se le entregue, además el ticket solo tiene una probabilidad parecida a la de usar cuarzos en la sala de invocación, por lo que la aparición de materiales y otras cosas sigue siendo igual- Olga escuchó a Retón murmurar algo sobre "gachas y su necesidad de usar solo la suerte" pero decidió ignorarlo por su propio bien.

-Se agradece la explicación, ¿Pero Gudao y Gudako ya saben de esto?- Olga asintió tranquilamente -Bueno, en ese caso, señoritas, me retiro, ahora que tengo algo en el estómago, me gustaría volver a tener estas viejas máquinas en pleno funcionamiento- apretándose el bícep, Retón levantó su charola de comida y se la entregó a Archer, el cual ya estaba terminando de hacer el desayuno para las cuatro leonas que iban entrando al comedor.

Ya en la sala de entrenamiento, Retón observaba un sparring entre los dos Cú. Tenía que decir que aunque pertenecieran a clases diferentes, eran increíblemente versátiles en lo que hacían, y el uso de runas que manejaban solo era la demostración de un entrenamiento constante en ese tipo de arte mágica. Lancer era rápido, muy rápido, y sus ataques estaban cargados con mucho poder, los varios cráteres eran demostraciones de la fuerza que este ejercía. En cambio, Caster era mucho más versátil en el uso de runas de forma constante, por cada estocada, tres runas aparecían listas para dañar a Lancer, y también su velocidad no era algo de subestimar.

-Oi Master, no lo habíamos visto- dijo Lancer, Caster siguiéndolo por atrás -Nah, no se preocupen, estaba viendo su sparring, tengo que decir que son maestros en lo que hacen, si ustedes hubieran estado entre mis filas de Héroes Legendarios, nos hubíeramos ahorrado bastantes problemas en el pasado- estirando el puño, los dos servants chocaron igualmente el gesto -¿Y que va hacer ahora Master?- preguntó Caster.

-Una simple sesión de entrenamiento, estoy un poco oxidado y con las singularidades aproximándose, hay que volver al ritmo de cuando estaba en mi prime- quitándose la playera, un leotardo estaba cubriendo la mayoría de su torso, dejando sus hombros expuestos -En ese caso, ¿Podríamos acompañarlo? la sangre céltica casi no nos deja estar quietos en un solo lugar- dijo Lancer con una sonrisa, Caster acomodándose su túnica para que no le estorbara -Adelante, mientras más mejor- Retón empezó a saltar en las puntas de sus pies, la energía infinita que recorría su cuerpo empezando a brotar de sus poros.

Gudako caminaba tranquilamente por los pasillos de Chaldea. Ya había desayunado y también escapar de Kiyohime. No la malentiendan, pero la dragoncita era bastante apegada a su Anchin-sama, como ella la llamaba, por lo que era bastante melosa y eso la incomodaba un poquito... aunque no negaba que le gustaba que la trataran de esa manera.

Con un pequeño sonrojo decorando sus mejillas, Gudako siguió avanzando hasta llegar a la sala de entrenamiento. Con curiosidad, abrió las puertas dobles y entró. De inmediato, la sangre volvió rojo todo su rostro al observar el trío de hombres con torsos desnudos hablando entre ellos.