—¿Por qué alguien tan joven tendría que cargar con la preocupación de ser arrojada a una hoguera?—
El hombre de cabellos plateados se sumió en profundos pensamientos tras su encuentro con la pequeña niña. El entorno a su alrededor parecía no existir, mientras sus pensamientos se centraban en la tristeza que parecía desprender aquella infante.—Tú lo dijiste, son niños— intervino Samael, al mismo tiempo que discutía con Azazel por la última manzana robada del huerto del Edén, en medio de risas y juegos —Oh vamos, tu ya comiste cinco— protestó.
Beelzebub por otra parte, se mantenía en silencio, observando a Lucifer con detenimiento. A pesar de haberse conocido hace poco tiempo, ya había aprendido a reconocer en él una esencia única: alguien amable, cálido y brillante como el mismo sol. Pero, sobre todo, que odiaba estár solo.
Beelzebub era alguien solitario antes de conocerlo, pasando toda su vida en las sombras, sin que nadie se acercara demasiado debido a los rumores de su maldición. Por eso, la presencia de Lucifer había sido una verdadera alegría para su alma. Había encontrado en él un amigo incondicional, alguien que comprendía su soledad y que la combatía con la misma energía y calidez con que combatía la suya propia.
Lucifer continuó sumido en sus pensamientos, incapaz de sacar de su mente la imagen de aquella niña solitaria. Su mirada era como dos luceros azules, brillantes como el cielo pero vacíos de alegría. No podía evitar sentir una profunda tristeza al pensar en la soledad que debía de sentir la pequeña.
Aquella mirada había calado hondo en su alma, y no podía quitársela de la cabeza. La tristeza y el vacío de aquella mirada era algo que no podía ignorar, y su corazón generoso y cálido no podía permitir que alguien estuviera solo y triste.
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El tronco se partió en dos gracias al golpe contundente del hacha que Esmond manejaba con destreza. Un suspiro escapó de sus labios mientras posaba su atención en los gemelos que correteaban alrededor, entonando una melodía cuyo significado escapaba a su comprensión. Adalie, ajena al bullicio, reposaba sobre un viejo tronco de árbol en compañía de Jack, mientras sus ojos se sumían en el bosque que se extendía a unos pocos metros de donde estaban.
La pequeña seguía recordando aquella inolvidable ocasión en que se topó con el extraño hombre, amable y gentil a pesar de su aspecto singular.
¿Por qué no reaccionó como los demás habrían hecho al verla?
¿Qué razones lo habían llevado a ser tan amable con ella?
Miles de preguntas rondaban su mente y eso la abstuvo de percatarse de que uno de los gemelos, accidentalmente, le había arrojado un poco de lodo al rostro.
—¡Dominick!— reprendió Esmond al caer en cuenta de que los juegos de los menores estaban llegando demasiado lejos —ya fue suficiente, entren a la casa, ¿de acuerdo? Los ayudaré a limpiarse... están hechos un desastre— suspiró el rubio, apilando el último tronco junto al resto —Adalie, también debes entrar —llamó, pero la niña no respondió —¿Adalie?— repitió algo preocupado.
—Quiero quedarme afuera un poco más, por favor. ¿Puedo?— rogó ella. Sus ojos azules brillaron bajo la capa y Esmond no pudo negarle su petición.
—Está bien, pero solo por un rato ¿de acuerdo? Si ves a alguien, no dudes en entrar a la casa y cúbrete bien— le advirtió con cariño, llevándose a los gemelos dentro.
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Safe & Sound 《Beelzebub》
Фанфикベルゼブブ┇︎"Solo cierra tus ojos, estarás bien, cuando venga la luz de la mañana, tú y yo estaremos sanos y salvos" 𝗔𝗖𝗟𝗔𝗥𝗔𝗖𝗜Ó𝗡: 𝗘𝗹 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗱𝗲 𝗕𝗲𝗲𝗹𝘇𝗲𝗯𝘂𝗯 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝗽𝗲𝗿𝘁𝗲𝗻𝗲𝗰𝗲, 𝗰𝗿é𝗱𝗶𝘁𝗼𝘀 𝗮 𝗧𝗮𝗸𝘂𝗺𝗶 𝗙𝘂�...