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Lentamente, sus párpados se levantaron, despojándose con parsimonia de los últimos vestigios del sueño que la había envuelto en su cálido abrazo. Con un leve estremecimiento, Adalie se desperezó, siendo consciente entonces de que se encontraba en la habitación de Beelzebub.

Seguramente el azabache la había llevado allí con cuidado, después de que ella sucumbiera al sueño tras verlo escribir y escribir en sus anotaciones.

Estaba a punto de salir en su búsqueda cuando la puerta se abrió inesperadamente, y los ojos azules de Adalie se posaron en la figura de Beelzebub, de pie en el umbral, sosteniendo un recipiente con frutas frescas. Su semblante denotaba una tranquilidad casi sobrenatural.

—Supuse que podrías tener hambre— pronunció, sus orbes carmesí contemplando brevemente el contenido del tazón antes de acercarse a ella y extenderlo con gesto cortés.

—¿Cómo supiste que estaba despierta?— la pelirroja lo miró, esbozando una sutil sonrisa en sus finos labios, mientras recibía el tazón de frutas y le agradecía con una voz suave.

En ese momento, un leve rugido proveniente de su estómago rompió el silencio.

—No lo sabía, pensaba dejártelo sobre la mesa de noche—

Con movimientos pausados, Beelzebub se sentó a su lado, y el colchón se hundió delicadamente bajo su peso. Adalie respondió con un apenas perceptible murmullo, antes de dar un suave mordisco a una crujiente manzana.

Un denso e incómodo silencio inundó aquel espacio entre ellos, cargado de tensión palpable. Sus miradas esquivas se evitaban, cada uno absorto en algún punto invisible, hasta que finalmente Beelzebub se atrevió a romper aquel asfixiante mutismo, dispersando la densa atmósfera que los envolvía.

—¿Cómo te sientes? Ya sabes...— suspiró, sin ser demasiado específico.

Adalie enfrentó su mirada con una sonrisa radiante, que parecía iluminar la habitación

—Tengo una pequeña parte de un demonio dentro de mí, pero quitando ese hecho tan perturbador, me siento mejor que nunca— dijo con una voz calmada y confiada.

Mirándolo directamente a los ojos, su sonrisa luminosa removió algo dentro de Beelzebub, algo que había estado reprimiendo por mucho tiempo. A pesar de la pequeña  presencia de Satanás en su interior, Adalie se mostraba serena y despreocupada, como si aquello no fuese más que un detalle insignificante.

De alguna manera, la conciencia de Beelzebub se hallaba gravada por un profundo sentimiento de culpabilidad, pues había sido él quien había conducido a Adalie por ese tortuoso sendero. Sin embargo, mientras ahondaba en esos pensamientos, no podía evitar preguntarse cómo habría sido su vida de no haber cruzado jamás su camino con el de aquella joven. Quizás su existencia hubiese sido igualmente sombría y apesadumbrada sin la presencia de Adalie.

Ahora que la tenía junto a él, sabía que sin ella algo le faltaría, como si una pieza esencial de su ser hubiese estado ausente todo este tiempo. Una involuntaria sonrisa se dibujó en sus labios, sin que siquiera se percatara de que los ojos de Adalie lo observaban con un sutil brillo en ellos.

—Beelzebub—

El hombre alzó la mirada, embelesado, cuando el dulce llamado de Adalie se deslizó suavemente hasta sus oídos, como una brisa delicada. Una ceja se arqueó con cierta intriga cuando notó que Adalie le obsequiaba únicamente una sonrisa serena, y sin más preámbulos, los labios de la fémina se unieron a los suyos en un beso que lo sumergió en un mundo de éxtasis, haciéndole olvidar por completo el transcurrir del tiempo durante aquellos escasos minutos.

Él correspondió con fervor, su mano posándose con delicadeza sobre la mejilla de Adalie, perdiéndose en la sensación de sus labios sobre los de ella.

Safe & Sound 《Beelzebub》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora