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Al abrir los ojos y descubrir que Adalie no se encontraba en la cama, Beelzebub emergió apresuradamente de la estancia, impulsado por un presentimiento inquietante

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Al abrir los ojos y descubrir que Adalie no se encontraba en la cama, Beelzebub emergió apresuradamente de la estancia, impulsado por un presentimiento inquietante. Con ansiedad desbordante, escudriñó cada rincón del laboratorio, pero la chica no estaba en ninguna parte, lo cual solo exacerbó su pánico.

—¡Adalie!— exclamó con desesperación, abandonando el laboratorio y observando en todas las direcciones, su corazón latiendo frenéticamente.

Nada. Sencillamente, ella no estaba.

Aquello empezaba a desencadenar una tormenta de nervios en su interior. Siempre se había considerado un individuo dueño de una mente serena, pero todo eso cambiaba cuando se trataba de Adalie. Sus nervios se agitaban de solo pensar que algo pudiera ocurrirle a la joven mujer, y, aunque se esforzaba por recobrar la calma, le resultaba una tarea ardua y espinosa.

—Adalie...—

Un silencio reverente envolvió el ambiente cuando sus ojos la divisaron en las afueras de su hogar. Allí estaba, sentada en los peldaños  de las escaleras, con sus manos descansando en las mejillas, mientras entonaba con suaves murmullos aquella canción que solía cantar con frecuencia.

La aludida giró con parsimonia, desvelando su semblante sombrío y melancólico. Desde que despertó, su mente se vio consumida por la inquietante conversación que había entablado con Satanás, y sobre cómo el alma de Lucifer se encontraba prisionera gracias a esa terrorifica criatura. Un sentimiento de impotencia la embargó al comprender que no había nada que pudiera hacer, optando así por el silencio.

Y en su interior, anidaba el firme propósito de ocultar lo sucedido.

Nadie debía saber lo que había ocurrido.

—No desaparezcas de esa manera— reprendió Beelzebub, y aunque intentó que su voz denotara fastidio y molestia, un atisbo de preocupación se filtró en su tono.

Sin embargo, Adalie no lo percibió, su mente vagaba en otro lugar.

—Lo siento, mi espalda me dolía por haber estado tanto tiempo en reposo. Y al verte dormido, no quise despertarte— se excusó, su voz resonando monótona y casi desprovista de interés.

Beelzebub entrecerró los ojos, como si intuyera algo sospechoso, pero finalmente encogió los hombros.

—Será conveniente que entres— sugirió, lanzándole una larga y oscura gabardina con una capucha, como si fuese un manto protector contra el frío que allí se concentraba para ella.

Y sin añadir una palabra más, se alejó, ajeno al hecho de que Adalie albergaba planes distintos.

Y sin añadir una palabra más, se alejó, ajeno al hecho de que Adalie albergaba planes distintos

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Safe & Sound 《Beelzebub》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora