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Las últimas brasas agonizaban en la fría chimenea en aquella noche oscura y cruel, incapaces ya de brindar el calor necesario. Adalie se acurrucaba junto a la vieja estufa, envuelta en una delgada manta que apenas mitigaba la helada que calaba sus huesos. Su cuarto era un cubo congelado y las mejores mantas las tenían sus hermanos.

Suspiró con tristeza, acercándose aún más al fogón para absorber la escasa calidez que aún desprendían las brasas, deseando con fervor encontrarse en ese momento junto a Beelzebub. Junto al cálido fuego que él siempre mantenía ardiendo sólo para ella, conformándose tan solo con su presencia a su lado en esa noche helada.

—Dicen que una bruja acecha en el bosque— la voz de su padre se oyó desde la habitación cercana, atrayendo su atención —Un leñador la vió hace unos días en la espesura, no iba sola: un sujeto vestido completamente de negro la acompañaba—

Los ojos de Adalie se abrieron de par en par al escuchar aquello. Seguramente alguien la había visto con Beelzebub caminando hacia una de las entradas del inframundo.

—¿Crees que sea Adalie?— preguntó la voz de su madre.

—Lo dudo— respondió él —La única vez que escapó fue el día en que le golpeaste con aquel fierro...—

—Debimos deshacernos de ella cuando tuvimos ocasión, William—expresó Jane con angustia —Señor, ten piedad de nosotros—

—Ya basta, Jane— replicó él hombre —Seguramente era alguien más. Este pueblo siempre ha sido tierra de brujas—

—Mi bisabuela fue acusada de brujería— contó Jane —Según mi madre, desde pequeña me ha dicho que la historia corría en la familia. Adalie seguramente ha heredado algo suyo: decían que su cabello era rojo como las llamas del infierno.. y que por las noches bailaba con el mismísimo diablo—

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Adalie al oír aquello, tragando saliva y mordiéndose el labio. A menudo había oído a su madre hablar del tema, sobre su bisabuela, de quien había heredado su problemático aspecto.  

Tomó un mechón de su cabello, sin  cortárselo todavía. Había pensado hacerlo, pero entonces la voz de sus seres queridos resonó en su mente. 

Lucifer.

Esmond. 

Incluso Beelzebub.

Adalie cayó en cuenta de que no había nada malo en ella, a pesar de que el resto del mundo no fuera capaz de comprender eso.

Ella no era una bruja, solo una joven de veinte años, solitaria. Una joven  que anhelaba descubrir las maravillas del mundo sin temor, sin miradas o juicios que la condenaran. 

Una joven que había sido víctima de abusos inimaginables por parte de su propia familia, sufriendo la pérdida de seres queridos que eran irreemplazables. No obstante, su corazón seguía latiendo con fuerza, latiendo por aquellos que aún estaban a su lado y que la aceptaron tal y como era.

—No te muevas— ordenó Beelzebub con frialdad, tomando las tijeras con delicadeza.

—¿Estás seguro de lo que haces?— la pelirroja tragó saliva, inquieta en su asiento.

El demonio arqueó una ceja y se inclinó un poco.

—¿Sabes con quién estás hablando? —inquirió.

Safe & Sound 《Beelzebub》 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora