𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈

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Las semanas empiezan a ser más llevaderas y monótonas, pero sigue siendo todo diferente. ¿Es normal echar tanto de menos mi antigua vida? Sé que los cambios siempre están presentes a lo largo de nuestra vida; pero Dios, este se me está atragantando bastante. Llevo ya varias semanas instalada completamente en esta ciudad y en el nuevo trabajo sigo sin notar una mejora con mis compañeros. ¿Conocéis el sentimiento de entrar a un lugar donde todos se conocen y tú eres nueva; siendo el centro de sus miradas y sin saber cómo actuar? Yo sí, y es asquerosamente odioso sentir que no puedes entablar una conversación con nadie y poder confiar al cien por cien, además de sentirte constantemente juzgada.

El sonido de la alarma me obliga a salir de mi comodísima cama y me devuelve a la realidad con un fuerte bofetón. Anoche volví a llegar a las tantas a casa.

Cuándo no...

La oficina últimamente está hasta los topes de casos y, como soy la nueva, el trabajo sucio que los demás no hacen porque se escaquean; me lo como yo. 

La ducha fría me sienta de maravilla para despertarme, otro bofetón como el de la alarma para poder estar despierta completamente. Hoy es viernes y además es fiesta, pero como somos "policías", nos toca trabajar. El único punto bueno, podemos salir antes, después de comer.

Está nublado, por lo que opto por un jersey de punto de lana blanco algo ancho y unos vaqueros bootcut de color azul que me quedan como un guante, combinados con unos botines chelsea negros que me harán un buen favor si llueve. Ya cambiada, salgo de mi habitación y desayuno lo de siempre; una manzana y un café. Simple y práctico.

Ya terminado este manjar, cojo las llaves del coche y de casa y las meto en mi gabardina color beige. Bajo por el ascensor hasta el garaje y ya dentro de mi coche, pongo rumbo al trabajo.

Para que mentirnos, lo que más odio del trabajo no son mis compañeros; sino conseguir no darme un golpe con alguien mientras conduzco y encontrar un dichoso sitio donde pueda aparcar. Esta ciudad es un puto desastre automovilístico. ¿Dónde mierda aprende esta gente a conducir y cómo coño consiguen sacarse el carnet? Y ni hablemos de los atascos que se forman A. TODAS. HORAS. DEL. DÍA. No es normal. 

Ya estoy cabreada y tan solo son las ocho de la mañana. Como siempre, he tardado veinte minutos para aparcar y cinco en venir corriendo porque casi llego tarde. Me dejo caer en la silla de mi oficina, casi ya sin aliento y sudada. Me quito la gabardina y dejo mi bolso junto a mi escritorio. Hundo mi cara en mis manos y suelto un sonoro suspiro de relajación, pero mi descanso no dura mucho, ya que alguien llama a mi puerta y hace que me tenga que recomponer.

—¡Adelante, está abierta!— digo, conteniendo mi estrés matutino y mi falta de energía.

Veo a entrar a mi "querida compañera" por la puerta, tan radiante como siempre. Emmaline es la persona más odiosa de esta puta oficina, pero soy la única que piensa eso al parecer. La víbora de pelo avellana claro es la típica persona que todo el mundo ama, pero tiene un lado más oscuro que la Fosa de las Marianas; pero como no, parece ser que nadie se ha percatado. Todo el mundo la lame el culo y hace lo que ellas les pide, incluso si es hacer trabajo suyo que simplemente no le da la gana empezar. ¿Por qué, os pregunatreis? ¿Qué estúpido quiere quedarse aquí más tiempo haciendo un trabajo que no le corresponde? Por una simple y asquerosa razón, sus exóticos y enormes pechos que remarca todos los días con pronunciados y exhibicionistas escotes; que hipnotizan a todo hombre e incluso a toda mujer. Me sé perfectamente cómo actúa cuando quiere algo. Básicamente, busca a su víctima, la que se adecue mejor al trabajo que necesite, se acerca clavándole sus ojos oscuros y hace su movimiento clave, lo que la lleva al éxito de su misión; se inclina hacia adelante, mostrando su escote y pone ojitos de súplica, como si fuese un cachorrito.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐔𝐈𝐒 𝐂𝐑𝐘𝐒𝐓𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora