𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐗𝐈

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Silencio.

Todo el ambiente está en silencio.

Odio el silencio, pero ahora soy yo quien lo impone.

La tensión es densa, pero me da igual.

El viaje de vuelta lo hago en silencio, pegada a la puerta y con la mirada fija en el paisaje, dudando si sería cuerdo saltar del coche en marcha.

Todos lo sienten, como no, pero ya es tarde para disculparse. No acepto disculpas.

Cuando Bob aparca en la entrada, soy la primera en salir y entrar casi corriendo a la casa.

No espero a nadie, no miro atrás.

Subo las escaleras y voy a mi habitación, donde cierro con pestillo para que nadie entre. Tiro de mi maleta y la saco de debajo de la cama. Aunque este medio vacía, no tardo demasiado en rehacerla por completo, aunque meta las cosas a presión y sin seguir un orden.

Escucho como alguien llama a la puerta.

—¿Podemos hablar, Cyrenne?—la voz de Matthew suena al otro lado.

Le ignoro y me levanto, metiéndome al baño y encendiendo el grifo. No quiero hablar con ellos. No quiero hablar con absolutamente nadie.

Me desnudo rápidamente, deshaciéndome de las prendas negras manchadas de barro, y me meto en la ducha, aunque el agua siga saliendo fría. Me lavo todo el cuerpo, frotándome con fuerza, intentando desincrustar el barro, o lo que siento ahora mismo.

Dolor.

Culpa.

Traición.

Pérdida.

Duele. Todo. Demasiado.

Sin que me dé cuenta, estoy llorando bajo el agua, y tengo la piel de los brazos completamente roja y palpitante. Me tapo la cara y no me contengo, sollozo como una niña pequeña.

Mi familia.

Las únicas personas que considero familia.

Me mintieron.

Todo el mundo me ha mentido.

⋇⊶⊰❣⊱⊷⋇

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya estoy en casa!—cierro la puerta tras de mí y subo las escaleras hasta mi cuarto.

Dejo la mochila tirada por cualquier lado de la habitación. Mamá y papá no están en casa, algo que no es raro. Saco varios papeles arrugados de la mochila y me siento en el escritorio. Cojo unos viejos cascos de cable, tan antiguos que se escucha la música más fuera que dentro, por lo que, subo el volumen al máximo. Hoy la señorita Williams, la profesora de matemáticas, se ha cabreado con nosotros y nos ha mandado muchos más deberes que de costumbre. Quiero quitármelos cuanto antes para así jugar un poco a la consola, asi que, empiezo a hacerlos.

Los ejercicios no son difíciles y acabo después de un rato de haberlos empezado. Miro el reloj, que raro que papá y mamá aún no hayan vuelto, es relativamente tarde y ellos aun no han llegado. Me quito los cascos y me estiro, desentumeciendo mis músculos después de haber permanecido sentados durante bastante tiempo. Necesito darme un baño.

Enciendo el agua y la dejo correr hasta que se caliente. Mientras tanto, me deshago del uniforme del colegio y lo tiro en algún lado del baño. Entro en la bañera, dejándome que el calor húmedo del agua me abrace y relaje. Expiro el aire, calmándome lentamente, y cierro durante unos instantes los ojos. La tranquilidad me mece entre sus brazos mientras mi cuerpo poco a poco se desestresa y se abre a la relajación.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐔𝐈𝐒 𝐂𝐑𝐘𝐒𝐓𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora