Capítulo 13

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Darien dejó el bolígrafo sobre su escritorio y apoyó la espalda en el respaldo de su silla. El libro estaba terminado. Acababa de escribir la palabra fin en la última hoja después de dos semanas. Era todo un récord para él haber logrado acabarlo en ese tiempo, pues aparte de ser un manuscrito bastante técnico, como todos los demás, incluía pequeñas historias que respaldaban sus teorías psicológicas. Estaba seguro de que a su editor iba a encantarle, y a sus lectores más fieles.

No obstante, estaba agotado. Esos últimos días sus horas de trabajo se habían multiplicado de forma inhumana, pues necesitaba mantener la cabeza ocupada y no pensar en Serena.

Hacía más de cuatro días que se marchó y Darien no era capaz de pasar más de cinco minutos sin que su cabeza regresase a ella. Su único bálsamo era la escritura.

Recordaba esas noches, esas madrugadas, las risas en la cama y la pasión con la que siempre fundían sus cuerpos en uno. Desde la primera vez que la vio, le pareció una mujer preciosa, y bien sabía que intentó alejarse de ella por todos los medios. Las chicas así solo traían dolores de cabeza, con Neherenia le ocurrió algo parecido. Sin embargo, había una gran diferencia entre su exmujer y Serena, pues esta última tenía buen corazón. Era transparente, sin maldad, bonita por dentro y por fuera. Junto a ella se sintió pleno, tan completo como no lo estuvo nunca, pues se complementaban tan bien... tenían tantas cosas en común...Odiaba reconocer que la echaba de menos, pero lo hacía. Era un sentimiento desagradable, de la clase de sentimientos que se prometió no volver a sentir tras su divorcio.

No obstante, con Serena no tenía ese mal sabor de boca, sino todo lo contrario. La recordaba con nostalgia, con alegría y con algo de pena a la vez, pues se separó de él enfadada. Lo quería. Se lo había confesado mientras hacían el amor, y a él le gustó escucharlo. Fue como un chute de adrenalina, como si practicase rafting en las aguas bravas del río Fraser. Su relación con ella había sido la más excitante que jamás hubiese tenido, era la mujer con la que más conectó de todas y a la que, en el pasado, hubiese querido seguir conociendo.

Pero estaba escarmentado del tema amoroso. No necesitaba, ni quería, a nadie a su lado. La marcha de Serena había sido lo mejor para los dos.

Fue una bonita aventura mientras duró, pero ahora tocaba regresar a su rutina de escritura y soledad. Abandonó el despacho y bajó por las escaleras. Al llegar al salón le pareció ridículamente vacío, pues solo estaba Bunny en él. Su hermana miraba por la ventana que daba al patio delantero de la casa.

—¿Hay algo interesante que ver? —Preguntó Darien a modo de saludo.—No, nada interesante —dijo ella encogiéndose de hombros—, solo a la grúa llevándose el coche de Serena. Al escuchar aquello, Darien corrió hacia la ventana, junto a su hermana. En efecto, los operarios de la grúa enganchaban el pequeño Volkswagen rojo y tiraban de él para montarlo sobre el remolque.

Una sensación agria le recorrió el estómago al ver la imagen. Con la marcha del coche, el recuerdo de Serena se avivaba todavía más. Podía ver la claramente riendo a su lado, acariciándolo con ardor, besándolo con todas sus ganas y jadeando de esa forma tan sensual que solo ella sabía. Maldijo en silencio y se apartó del cristal. No quería ver cómo se llevaban su coche. Sentía... no sabía explicar lo que sentía, era... doloroso. Tomó asiento en el sofá, con actitud indiferente, pero con el oído atento al mínimo ruido de la grúa. Unos golpes en la puerta lo sobresaltaron.

Fue hacia ella con el ceño fruncido, pensando en quién podría ser. Cuando abrió vio a uno de los operarios, mirándolo sonriente.

—Buenos días, señor.... —Alzó una mano y leyó algo escrito en un sobre—... ¿Chiba? ¿Darien Chiba?—Ajá, soy yo.—Esto es para usted. La señorita Tsukino me encomendó dársela. Darien cogió la carta con el corazón latiendo a mucha velocidad. Serena le había mandado una carta. Estaba deseando abrirla y leer lo que había escrito en ella. Agradeció al operario de la grúa que le hubiese entregado la carta y cerró la puerta tras su marcha. Corrió al sofá y se sentó de nuevo, notando que las manos le temblaban mientras intentaba abrirla. ¡Pero qué tontería, Darien Chiba temblando por una estúpida carta! Pensó.

Corazón NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora