Capítulo 15

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Serena ayudaba a su tía Luna a preparar la cena para esa noche mientras veían el informativo en el canal provincial. El fuego de la chimenea calentaba el salón y los demás habitantes de la casa, incluyendo al abuelo Kunzite, se encontraban sentados en los sofás alrededor de la lumbre. Usagi acababa de irse. Esa noche tenía una cita con ese hombre al que conoció en el hotel del Lago Louise, y les informó de que no la esperasen para cenar. Mientras pensaba en su prima, Serena cortó un par de tomates y los añadió a la ensalada. Su tía, más callada que de costumbre, la miraba de soslayo y sonreía, como si quisiese preguntarle algo y no tuviese el valor de hacerlo. Cosa que le extrañaba, pues Luna jamás fue conocida por ser comedida ni discreta. Cuando Serena levantaba la vista, Luna apartaba la mirada. Y así un sinfín de veces, hasta que se cansó del jueguecito. Colocó los brazos en jarras y la observó alzando una ceja.

—¿Se puede saber qué es lo que pasa?—¿Por qué iba a pasar algo? —respondió Luna sonriendo.—No dejas de mirarme.—Eso es porque eres muy guapa. Serena rio y negó con la cabeza.—En serio, ¿Qué ocurre? Su tía dejó el cuchillo a un lado y se limpió las manos en el delantal.—Solo me preguntaba quién era ese chico con el que saliste ayer por la noche.

—Un amigo —contestó Serena sin dejar de sonreír.—¿Solo amigo?—Sí, a-m-i-g-o, amigo —repitió.—No sé, como vino a recogerte a casa...—¿Y qué hay de raro en eso? —la interrogó sin comprender.—¿Cómo se llama?—Armando.—Oh, vaya... —Al escuchar ese nombre pareció perder todo el interés—.Pues muy bien. Serena alzó una ceja y se cruzó de brazos, extrañada por la reacción de Luna. ¿Qué diablos le ocurría? ¿Por qué había reaccionado así al conocer el nombre de su cita?—¿Qué mosca te ha picado?—¿A mí? Ninguna —dijo Luna volviendo a la preparación de la cena.

—Ha sido nombrar a Armando y tu atención se ha esfumado.—Sí, bueno, pensé que quizás sería otra persona —comentó como si nada.—¿Qué otra persona?—Ese tal Darien. Al escuchar su nombre en los labios de su tía, Serena tuvo que agarrarse ala encimera de la cocina. Darien. La nostalgia no la había abandonado después de casi tres meses sin verlo. Lo sentía tan presente... tan dentro.... A veces, cuando el recuerdo de su sonrisa taladraba su mente, intentaba convencerse de que no era tan especial para ella, que solo fue un lío, que sus sentimientos estaban equivocados, confusos por haber estado viviendo tantas horas a su lado. Se repetía que el haber permanecido encerrada en esa casa había magnificado lo que sentía, que en realidad solo fue deseo. No obstante, en momentos como ese, se daba cuenta de que su cuerpo reaccionaba de una forma brutal al solo hecho de oír su nombre.

—¿Cómo... quién... quién te ha dicho ese nombre? —balbuceó Serena, nerviosa.—Tu prima me habló sobre él —comentó como si nada—. Ese tal Darien es el hombre que te acogió en su casa cuando te pilló la tormenta, ¿verdad?—S... sí, es él.—Y os enamorasteis —afirmó Luna.—No, no fue así. Solo fue algo pasajero —mintió mientras que su corazón golpeaba bruscamente contra su pecho—. Darien no está preparado para una relación.

—¿Y tú sí?—Yo... —Serena apretó los labios recordando las últimas palabras que le dijo, el daño que sintió al saberse un juguete en sus manos, una mujer cualquiera que había pasado por su cama—. No, creía que sentía algo fuerte por Darien, pero me equivocaba. De hecho, ya ni me acordaba de él —mintió empujada por la rabia.—Pues es una pena. Habríais tenido unos hijos preciosos.

—¡Tía Luna, no me digas que has estado curioseando por internet para saber quién era él! —exclamó sin poder evitar una sonrisa. Su tía era un caso aparte. Luna juntó las manos en forma de oración y miró al techo, soñadora.—Ay, hija, y qué guapo es. —Cogió a Serena por el brazo y la miró fijamente—. La próxima nevada seré yo la que se pierda, a ver si doy con un hombre de esos. Serena rompió en carcajadas y empujó cariñosamente a su tía. No había una mujer igual que ella.—¡Pobre tío Artemis!—Pero si yo quiero mucho a tú tío, pero es que... un hombre así...Sonrió con cariño a la mujer que la había criado como a una hija más, y la abrazó. ¿Qué sería de ella si no hubiese aparecido en su vida? Mientras la abrazaba, los profundos ojos de Darien emergieron frente a ella.

Corazón NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora