Capítulo 1

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La Carretera Transcanadiense era un hervidero de vehículos, a pesar de que la nieve no diese ni un minuto de tregua. El arcén, con más de un metro de hielo acumulado a cada lado, era la señal inequívoca de que las máquinas quitanieves habían estado trabajando durante toda la noche.

En el cielo, las nubes amenazaban con más precipitaciones, pero el espectacular paisaje alpino de las Montañas Rocosas, y los densos bosques de coníferas del Parque Nacional Banff, lograban que el trayecto fuese más ameno.

Con la vista puesta en la carretera, y las manos apretando el volante, Serena apenas prestaba atención a la incesante charla de su tía Luna y suprima Usagi, que, emocionadas, repetían una y otra vez lo divertidas que iban a ser esas Navidades.

Por primera vez en toda su vida, habían cerrado a cal y canto su pintoresca casa en Calgary para pasar las fiestas en un resort del Lago Louise. De hecho, el estado de felicidad y emoción era compartido por toda la familia, que viajaba en el furgón de su tío Artemis, el cual circulaba justo delante de ellas.

Serena activó el limpiaparabrisas delantero, al darse cuenta de que la nieve caía con más fuerza, y rezó, nerviosa, porque hubiese puesto las cadenas en los neumáticos del coche de forma correcta. Apenas tenía el permiso de conducción tres meses y la inseguridad al volante todavía la mantenía rígida y en alerta.

Siempre prefirió el transporte público, y lo seguía utilizando a diario, para ir a trabajar al colegio en el que impartía clases a niños de primaria. Tanto era así que esa era la quinta vez que cogía su propio coche desde que tenía el carnet.

-¡Mira, mira, Serena! -gritó su tía de repente.

-¿Qué pasa? -preguntó ella dando un fuerte frenazo y levantando las manos del volante.

Los coches que circulaban tras ellas comenzaron a tocar el claxon. Serena giró la cabeza y observó a su tía Luna, que tenía los ojos muy abiertos por la impresión de la frenada, y cogía el brazo de su prima Usagi, que se tapaba los ojos con las manos.

-Solo te he avisado porque quería que vieses un alce comiendo de un arbusto.

-¡Mamá! -la reprendió su prima.

Serena tragó saliva y la fulminó con la mirada.

-¡No vuelvas a hacer eso, tía Luna! ¡Casi se me sale el corazón!¡Pensaba que íbamos a chocar contra algo!

-¿Contra qué vamos a chocar? -dijo divertida-. Si vas conduciendo a treinta millas por hora desde que salimos de Calgary.

Usagi comenzó a reír.

-Eso es verdad.

-¡Pues conducid vosotras!

-A ti te hace más falta practicar. Además, es tu coche.

Serena cerró los ojos y resopló. Detrás de ellas, los demás vehículos aporreaban el claxon para que se moviesen, y los gritos de algún que otro conductor enfadado la hizo maldecir.

Continuaron la marcha en silencio, con la radio encendida en una emisora de noticias, en la que el locutor avisaba de la llegada de una tormenta de nieve que duraría varios días.

-Espero poder estar de vuelta en Calgary antes de que llegue la tormenta-comentó Serena con un poco de temor.

Su tía y su prima se miraron y sonrieron.

-Al paso que conduces, no creo -bromeó Usagi.

-Mi coche no puede ir mucho más rápido con todas vuestras maletas yesquís.

Corazón NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora