Capítulo 4

23 6 2
                                    

Bunny y Armando charlaban sentados en el sofá del salón, mientras la chimenea no dejaba de quemar leña. La nieve volvía a caer con fuerza y la sensación de estar aislados del resto del mundo, y sin posibilidades de avisar para que fuesen a por ellos, era un tanto agobiante. Sin embargo, cada uno hacía lo que podía para sobrellevarlo como mejor pudiese.

Darien estaba encerrado en su despacho, como siempre. Había comido con ellos y acto seguido los dejó para reunirse con sus ideas y sus frustraciones por no ser capaz de plasmarlas. Y luego estaba Serena, que se mantenía zambullida en el libro que le prestó Darien, a pesar de que el tema no le emocionaba, y a malas penas conseguía entender la mayoría de palabras técnicas que se amontonaban dentro de él. No obstante, necesitaba tener lamente ocupada.

A solas, Bunny rellenó la copa de vino de su amigo y brindaron sonrientes.

—Por estas fiestas tan raras.

—Raras y claustrofóbicas —añadió Armando, divertido, chocando su copa contra la de ella.

—Todavía me siento mal porque estés aquí y no puedas marcharte —comentó la hermana de Darien, con pena. Sabía lo que disfrutaba Armando de las reuniones con su familia, y por su culpa se lo estaba perdiendo.

—¿Y dónde iba a estar mejor que contigo? —le quitó importancia.

—Si te soy sincera, me alegro de no haberme quedado yo sola con Darien todo este tiempo —le confesó—. Él se pasa las horas muertas con el bolígrafo en la mano, y yo... creo que me hubiese vuelto loca al no tener nada para distraerme.

—Entonces, Serena y yo te hemos venido como anillo al dedo —rio él.

—Serena es un encanto. La verdad es que también lo está pasando mal.

—Ha tenido suerte de haberse topado con esta casa cuando le pilló la nevada. De no haber sido así... vete a saber qué hubiese sido de ella.

—Eso es cierto —asintió Bunny.

—Y tú también tienes que dar gracias de que haya sido yo quien esté ahora aquí contigo —comentó Armando alzando una ceja.

—¿Por qué lo dices?

—Imagina que hubiese sido uno de tus ex novios el que te hubiese acompañado a visitar a tu hermano.

Bunny se tapó la boca con las manos y le dio un pequeño empujón al imaginarse la situación en su cabeza.

—¡Jamás se me hubiese ocurrido traer a ninguno de ellos! —se carcajeó.

—¿Te acuerdas de Fiore y su manía de tocarse el paquete cada vez que os sentabais a comer en algún restaurante? —le preguntó mientras imitaba los movimiento de su ex novio, con socarronería.

—¡Armando, eres lo peor! —gritó Bunny sin parar de reír—. Todavía no sé cómo acepté salir con Fiore, cada vez que me acuerdo...

—¿Y Alan?

—No te metas con Alan, era un buen chico —le regañó recordando a su primer novio del instituto.

—Se pasaba el día sacándose mocos y mirándolos como si tuviesen petróleo —continuó.

—¡Dios Santo, basta! —estalló ella y le dio varios golpecitos en el muslo, mientras se cogía el estómago de tanto reír.

—¿Y qué me dices de Ryan?

—¿Es que no te gustaba ninguno de mis novios?

—No, la verdad es que no. No eran para ti —admitió Armando.

—De momento no he encontrado al hombre que encaje conmigo de verdad.

—Ya llegará —la tranquilizó con una sonrisa amable.

Corazón NevadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora