Nervios

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SARA

Chris Golden se encontraba en uno de los reservados del restaurante cuando el Sr. Golden y yo llegamos al lugar. No fue mucho lo que me contó del hombre de camino, a parte de que hizo una especialización en cirugía en Inglaterra, y no periodismo como él. También mencionó que llevaba más de diez años sin venir a Milán, por lo que estaba muy contento de tener a su único hijo consigo. Se me hace extraño que un médico cirujano trabaje para una editorial, en lugar de dedicarse a lo que realmente gusta y estudió. O tal vez estoy pensando mucho y el hombre solo quiere darle un buen descanso a su padre tomando las riendas absolutas de la EditorialGolden's.

—Míralo, ahí está mi muchacho —señaló a un hombre muy guapo desde lejos—. Salió igualito a su madre.

—Oh, vaya...

Su mirada se clavó en nosotros y bastó con una sonrisa escasa y ladeada para hacerme tragar grueso. El hombre es bastante atractivo, aún más luciendo tan juvenil y relajado. Yo me lo imaginaba en traje, corbata y cara de ogro, pero debo aceptar que la pinta del chico rudo y sexy de universidad le sienta muy bien. Sus músculos son muy notorios, al igual que los tatuajes que salen de su pecho a su cuello. El cabello rubio y revuelto le sube el prototipo de chico malo.

Desvié la mirada al cabo de un rato, sintiendo mis mejillas arder por la vergüenza de haberme quedado viéndolo más de lo que debía.

—Papá —sus azulados ojos se cruzaron fugazmente con los míos, antes de darle un fuerte abrazo al Sr. Golden—, que bueno es verte después de tanto tiempo.

Y teniéndolo de frente a mí, su altura le apremia bastante. Debe ser igual de alto a Aiden, supongo yo.

—Hijo —dejó unas cuantas palmaditas en su espalda—. Te presento a Sara; mi mano derecha.

Chris Golden sonrió ampliamente, pero la comisura derecha se subió mucho más que la otra, en una clara sonrisa maliciosa y cautivadora para quien la vea.

—Un gusto conocerte, Sara. Mi padre me ha hablado mucho de ti —estrechamos nuestras manos en un firme apretón—. Solo que olvidó mencionar lo hermosa que eres.

Una risita nerviosa salió de mí.

—El gusto es mío. No puedo decir lo mismo de ti.

—¿En qué? —enarcó una ceja, y seguidamente soltó una risa que me desconcertó.

—No le prestes atención, Sarita. Ya te había dicho que a veces se le va la lengua —Chris por fin liberó mi mano, y nerviosa acomodé un mechón de cabello tras mi oreja—. Compórtate con ella, Chris.

—No la voy a morder, papá, así que puedes estar muy tranquilo —el doble sentido en sus palabras, más la intensidad de su mirada me dejó sin palabras—. Tomen asiento, ya mismo nos traen la orden.

Chris sacó la silla para mí y sonreí agradecida y con los nervios a flor de piel. ¿Por qué estoy tan nerviosa? No es como que sea la primera vez en que tengo reuniones con hombres guapos. Pero sí será la primera vez en que voy a trabajar a mano con uno de ellos.

—Gracias.

Antes de tomar asiento soltó un ataque que no me esperaba en lo absoluto.

—Nos vamos a llevar muy bien. ¡Es más! —el corazón se me aceleró con el roce de su aliento en mi oreja—, estoy ansiando ver de lo que estás hecha, Sarita.

Perfecto Desconocido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora