Teoría

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—¿Quieres cenar? O es eso una excusa para querer evadirme por más tiempo — solté lo que estaba pensando de golpe—. ¿Por qué niegas sentir atracción por mí, mosquita?

—No sé de qué estás hablando — se alejó un poco de mi rostro, apoyando ambas manos sobre mi pecho—. Me pediste que cenara contigo, ¿no?

La observé por largos segundos y la solté de mi agarre. Que mala es para mentir. Ver esa expresión de vergüenza y excitación es muy tierna de apreciar. Han de haber pasado meses sin que un hombre la haya tocado, lo sé por la manera en la que aun tiembla. Además de que, en todos estos meses, solo ha sido una vez la que ha salido de esta casa.

—Bien. Vayamos a cenar — sonreí malicioso—. Después de todo, no es aquí donde quiero cogerte bien duro.

—Sigue soñando, idiota — desvió la mirada con el rostro sumamente rojo.

Reí, ofreciéndole mi brazo para salir de la habitación. Mi acción la tomó por sorpresa, pero después de pensar por unos segundos, suspiró y enredó su brazo al mío. Caminamos por los largos pasillos de la casa en completo silencio. Es la primera vez que me quedo sin palabra. De algún modo necesito sacar esto que me tiene con la cabeza hecha un lío. Aiden no puede tener razón; ella no puede gustarme. Por lo menos nunca ha sido mis planes tener una mujer, eso sería tener un punto de quiebre y un blanco muy fácil para los enemigos.

—¿A dónde vamos a cenar, Adriel?

—En la terraza.

—¿Y por qué no en el comedor?

—Deja de hacer tantas preguntas, ¿quieres? Eres insoportable, mosquita.

—Idiota — murmuró.

Quedamos sorprendidos tras llegar a la terraza y ver como estaba decorada con velas, flores y luces. Sara es aún más insoportable, ¿acaso no le quedó claro que solo quería una mesa en el centro, la comida y una botella de vino? Esa mujer lo ha hecho a propósito, no sé qué demonios saca con hacer esto.

—Vaya, vaya, no sabía que las cacas podían llegar a tener detalles tan bonitos como estos.

Por primera vez me dedicó una sonrisa genuina y avergonzada, que me puso el corazón a punto de estallar dentro de mi pecho.

—Quedó todo muy bonito — susurró, soltándose de mi brazo y caminando hacia el borde de la terraza—. Parece una cita de cuentos mágicos, pero es una lástima que, en lugar de tener un príncipe azul, elegante y atractivo a mi lado, me haya tocado una caca mal oliente como tú — suspiró.

—¿Y dónde te quedas tú? Recuerda que las moscas aman estar encima de la mierda — llegué a su espalda, haciendo de lado los cabellos que cubrían su oreja—. No somos tan diferentes, ¿o sí?

—Deja de llamarme así, ¿quieres? — dijo en un hilo de voz.

Deposité un beso en su cuello, ganándome una mirada indescifrable por encima de su hombro. Esta vez no dijo nada, por lo que solo se limitó a volver la vista hacia el frente y quedarse absorta en sus pensamientos, o en su defecto, observando las vistas que nos ofrece la isla desde este punto alto de la casa.

—Siéntate, la comida está recién servida.

Tomamos asiento, y en completo silencio empezamos a comer. No supe qué decir, no sabía que esto de tener cenas fuera tan complicado. Tessa también se notaba incómoda, incluso comía lentamente y tragaba con dificultad. La poca luz de las velas hacía brillar su rostro y sus ojos. Nada de esto debería haber sido así, pero ya no hay vuelta de hoja. Tessa rompió el silencio, después de casi una eternidad en la que estuvimos sin estar echándonos sátiras.

—Está muy rica la comida, no debiste molestarte haciendo todo esto.

—Es que yo no lo hice, fue Sara.

—Ah... ya sabía que alguien como tú no podría llegar a hacer nada como esto — se oía desanimada, y lo comprobé ante su ceño fruncido—. ¿Para qué me invitaste a cenar, si se nota por encima que no me soportas ni un poco? Aunque no te culpo, yo tampoco lo hago.

—Supongo que es por la misma razón que te llevó a aceptar la invitación, ¿no? — cruzamos mirada por una fracción de segundo—. Te dije que no estabas en obligación de venir, aun así, aquí estas; tratando de hacer hasta lo indecible para comprobar tu teoría.

Perfecto Desconocido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora