Placer

744 83 3
                                    

AIDEN

Después de tantos años anhelando tener a esta maldita rata bajo mis manos, todo lo bueno que había tratado de hacer en los últimos años se acabó de ir a la mismísima mierda; el divino poder de la venganza es mucho más satisfactorio de lo que llegamos a imaginarnos. Mi hermana y mis padres; mi familia murió en sus manos, por lo tanto, es común devolver el favor y con gran ahínco. Adriel se encontraba con la misma ansiedad de querer acabarlo, así como lo estaba yo, pero no hay mejor placer que el retraso de una muerte.

Desde que abrí los ojos me dediqué a practicar una pequeña cirugía a Golden, dándole gusto a su más grande devoción y manía. Adriel se encargó de mantenerlo controlado para que no muriera tan pronto, mientras la filosa cuchilla la iba pasando desde el centro de su pecho hasta detenerme a pocos centímetros de su ombligo. La carne se fue abriendo poco a poco, por lo que la sangre comenzó a brotar de la tajadura a gran velocidad. Es espectacular poder apreciar bien de cerca como los tejidos van desgarrándose muy lentamente. La adrenalina en sus venas, inyectada por Adriel solo aumentaba su placer.

Hasta muriendo este hijo de puta no borra esa maldita expresión que tanto lo caracteriza de él. Sufre, pero se aguanta lo que más puede para no demostrar debilidad ante su enemigo. Algo si debo admitir, el infeliz tiene agallas. Tan pronto su cuero quedo abierto, me dispuse a inyectar el antídoto que curará todos sus males. Hacia años no practicaba la cirugía, hasta creí haber olvidado cada uno de los pasos, pero mis manos recuerdan a la perfección lo que hay que hacer. Golden no pronuncia palabra alguna, debido al mismo dolor que debía estar sintiendo correr por su cuerpo. Los quejidos eran audibles, por más que tratara de evitar de soltarlos.

—Aiden lo vas a matar, y eso es lo menos que queremos, ¿verdad? — miré de reojo a Adriel, quien se encontraba al lado mío—. No va a aguantar.

—Quiero acabar con esto de una buena vez y por todas, porque sabes perfectamente que la guerra apenas comienza.

—¿Cuál guerra? — se me había olvidado por completo que Sara se encontraba con nosotros.

—Caruso no se va a quedar de brazos cruzados, aun sabiendo que su mejor perro acaba de ser atrapado. Los enemigos hay que arrancarlos de raíz de nuestro camino, o ya ves que a futuro se vuelven un puto dolor de cabeza — inyecté el veneno en sus venas, arrancándole por primera vez un fuerte grito.

Sus quejidos mientras rasgaban su cuerpo no fueron nada comparados a los gritos que dio tan pronto el líquido empezó a correr por su sistema, quemando y destruyendo todo a su paso.

—Dale un poco más de potencia.

Adriel le suministró una dosis mayor de adrenalina, incrementando esos fuertes movimientos en su cuerpo. Su espalda se curvaba tratando de huir a lo que ya estaba condenado. A mi mente llegaron recuerdos vivos del como asesinó a mis padres y a mi hermana; de esta misma manera, pero con nosotros de espectadores. Sus gritos revivieron los de ellos, cegando mi razón por completo, Incluso el recuerdo de mi esposa ensangrentada fue echarle más leña al fuego.

Mis manos se movieron por sí solas, haciendo cortes y tajaduras por donde sea que pasaran. Lo único que veía era la repugnante sangre brotar a gran cantidad de su cuerpo, cubriendo mis manos y mis brazos en su totalidad. Pero para mí no era suficiente; quería más. Necesitaba sacar todo ese odio de mi corazón y de mi mente. Hice cortes profundos, quebrando con toda la fuerza y la rabia que salía de mi ser esos frágiles órganos y huesos que se encuentran en su interior. Hace mucho tiempo no me sentía así de bien, esto es lo que por muchos años me mantuvo con vida y complacido, pero que. tras perderlo absolutamente todo, me había jurado enterrar y olvidar mi pasado, tratando de ser mejor persona.

Cuan equivocado me encontraba, pues esto es inyectar vida a mis venas, excitación y placer a mi mente y corazón. Saciar ese deseo que por años me estaba consumiendo. Así es como debo ser, no tengo por qué ocultar lo que soy en realidad. Soy justo, jamás he cobrado venganza en quien no debo, pero a quienes me han fallado los he enterrado con todo y traición en el maldito infierno. Chris Golden arruinó nuestras vidas, y no solo lo hizo una sola vez, fueron muchas. Un bastardo menos en esta sucia sociedad.

El tibio y resbaloso tacto de la persona que más he amado y amaré en la vida, fue como único logró detenerme. Sara acunó mi rostro entre sus manos, obligándome a verle directamente a los ojos. Volví en sí al ver el brillo de tan bonitos ojos que me enamoraron.

—Ya está muerto, mi amor — su sonrisa me desconcertó, pues esperaba otra reacción de su parte—. Necesitas una ducha.

—¿No odias lo que soy?

Mi mayor miedo siempre será perderla, por lo que mostrarme como en verdad soy ante ella es algo que puede resultar contraproducente para mí.

—No, porque sería estar de parte de ese hijo de puta que tanto daño nos hizo — acarició mi mejilla—. Te amo tal y como eres, Aiden. Esa faceta tan fascinante y que la tenías bien guardada para mí me ha hecho amarte el doble.

—No puede ser cierto — Adriel arruinó esas palabras tan bonitas de mi esposa—. Es la primera vez que escucho decir algo tan romántico en un momento como estos —rio—. Me largo antes que me contagien con sus ridiculeces, ya que lo verdadero que me excita ya acabó.

—Por fin podemos ser felices — acercó mi rostro al suyo, una vez quedamos solos—. Le ordeno que me haga el amor, Sr. Bardot.

—Como usted diga, Sra. Bardot — robé sus labios, sintiendo en mi paladar el sabor metálico de la sangre—. Pero primero debo quitarme ese olor de encima. 

Perfecto Desconocido[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora