09 Recolección de las piezas del rompecabezas

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Definitivamente no era buena con esto. Mi idea era pasar desapercibida, sin dar ninguna sospecha de lo que quiero hacer o lo que quiero buscar. Pero había un problema, digamos que eso iba a ser algo bastante complicado teniendo en cuenta que yo tengo subtítulos en la cara. Mon me lo había dicho repetidas veces "Eres pésima mintiendo Ayla, tu cara siempre te delata". Y tenía toda la razón, para todo hacía una cara; para lo que me gustaba y para lo que no. Pero bueno, aquí estaba en el hospital, tratando de ver cómo le haría para realizar mi cometido. Tenía que dar mi mejor esfuerzo por no hacer ningún gesto que me delatará, ni con los del hospital ni con los gemelos.

¿Y si dice que necesitas ese papeleo para justificar en el seguro?

Podía ser buena idea. Sabía todos los requisitos de lo que se necesitaba para el seguro, muchas veces me había tocado hacer ese tipo de tramites. Esa parte podría ser fácil.

Solté un largo suspiro y sacudí mis brazos antes de entrar al hospital con la esperanza de soltar todo el nerviosismo que traía.

Y aquí vamos. No vayas a hacer caras.

—Buenos días— saludé llamando la atención de la persona que se encontraba en la recepción del hospital. Y la persona atrás del mostrador dejo su revista de mala gana para voltear a verme. Era una señora con anteojos, algo ya mayor y con cara de poco amigos.

—¿En qué la puedo ayudar? —preguntó con algo de amabilidad forzada, pero era más que obvia que detestaba su trabajo.

Mira alguien igual a ti, que no sabe disimular nada nadita.

Rodee los ojos internamente. Estaba claro que mi conciencia no era de mucha ayuda en estos momentos.

—Hace una o dos semanas me internaron, pero necesito las pruebas que se me hicieron para lo del seguro— respondí entrelazando mis dedos poniéndolos sobre el mostrador, con un poco de nerviosismo aún.

—¿Nombre? —preguntó la señora girándose hacía la pantalla de la computadora.

—Ayla Winter—respondí. Empecé a tamborilear los dedos en la repisa del mostrador, a lo que al poco tiempo la señora me volteo a ver con mala cara, así que lo deje de hacer.

Los nervios te van a consumir, mujer. ¡Vas a hacer que nos delaten!

—¿Me dijo que hace dos semanas fue internada? —preguntó frunciendo el ceño.

—Si, así es— respondí amablemente. No sé por qué tenía la idea de que si era lo suficientemente amable a la hora de pedir algo, la vida o el universo me daría lo que quería.

Pues dudo que eso vaya a funcionar esta vez.

—Pues en el sistema me aparece que el seguro ya pagó— respondió la señora frunciendo los labios. —Si necesita lo papeles, debe venir el titular del seguro— me miro seriamente.

—¿Y no me los puede dar a mí por ser la paciente? —intenté poner mi mejor sonrisa para que me los diera.

—Mira, yo no te los puedo dar. Para eso se necesita un trámite, que lo autorice el doctor que te atendió y el titular del seguro que lo cubrió porque es un seguro empresarial— habló la señora ya con cara de fastidio, pero yo no me iba a dar por rendida.

—¿Un seguro empresarial? —pregunté extrañada con el ceño fruncido.

—¿No trabajas para la empresa de los Kaulitz? —respondió la señora alzando una ceja.

Demonios. Era claro que lo habían pagado ellos si no querían que me enterará.

—Muchas gracias— dije con una sonrisa de labios pegados y me alejé de ahí.

Entre las cuerdas de la guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora