05 Un pacto roto

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Ayla:

—¡Yo manejo! —dio un pequeño grito Adal, arrebatándole las llaves a su hermano—Es mi camioneta. Además, por el aspecto que traes... me da miedo que lo choques— aclaró haciendo un gesto de asco repasando con la mirada a Anton.

Una leve risa burlona se me escapó. De repente sentí como Anton frenó de golpe la silla de ruedas en la que me llevaba para no ir caminando, porque todavía me sentía algo débil.

—Te recuerdo que puedo empujar la silla y sabrá donde topes— sentí la voz burlona de Antón en mi oído. Su respiración golpeo mi cuello dándome escalofríos, poniéndome algo nerviosa al instante.

—¡Ayla! —escuché el chillido de Claire a unos pasos. Anton y yo nos giramos a su dirección, pero pude notar tensión en el cuerpo de Anton, el cual se alejó de mí un poco sin soltar la silla de ruedas.

—Hola Claire—la salude con una sonrisa de labios pegados.

—¿Cómo es...— Claire no pudo terminar de hablar, porque fue interrumpida por Anton.

—¿Qué hace aquí? —le preguntó él. Su voz era cortante, notoriamente de molestia.

—Vine a ver como estaba Ayla—ella le frunció el ceño.

—Si, claro—le respondió con ironía y amargura—. Ya la viste, ya te puedes ir— le hizo un gesto con la cabeza en dirección a la salida del estacionamiento.

—¿Qué te pasa Anton? —le exclamó ella con un gesto de molestia.

Se notaba la tensión entre ambos, y yo solo volteaba a ver a cada uno cuando decía algo. Volteé a ver a Adal; que se encontraba algo lejos, entretenido en el teléfono. Le di una mirada significativa para que me sacara de entre estos dos en cuanto nos dio una ojeada.

—Chicos— se acercó él, mientras Claire y Antón seguían discutiendo —. ¡Chicos! —les grito esta vez al ver que no le habían prestado atención. Fruncí el ceño, porque el grito detonó en mi cabeza, haciendo que ésta me doliera un poco.

Ambos voltearon a verlo, se veían molestos. Adal los repaso con la mirada extrañado.

—¿Qué es lo que sucede? —Les preguntó.

—No lo sé. Pero vámonos. —les exigí sin dejar que hablaran ninguno de ellos. Me sentía cansada, tanto física como mentalmente.

Adal quitó Antón para poder empujar la silla de ruedas y llevarme hasta donde estaba la camioneta. Antón se nos adelantó al instante y Claire por su parte venía atrás de nosotros.

—Ven, déjame te ayudo— se ofreció Antón abriendo la puerta para mí. Pasó mi brazo por sus hombros y me tomó de la cintura para ayudarme a estar más estable estando de pie. Su tacto era cálido y algo cómodo debo de admitir.

Extraño, porque a ti no te gusta que te toquen ni un pelo.

Estando dentro, le entrego la silla a un enfermero que estaba cercas; rodeo la camioneta para sentarse del otro lado. Ninguno dijo nada, él se veía absorto en sus pensamientos y yo en cambio miraba por la ventana a Adal y Claire hablar.

No sabía de qué estaban hablando, pero podía notar algo molesto a Adal, sus facciones habían cambiado radicalmente a las que había visto en él, siempre tan alegre y radiante. Me sorprendió ver tanta seriedad y dureza en sus expresiones, podía intimidar realmente. Vi como volteaba a ver a Anton, él cual solo esquivo su mirada mirando para otro lado. Al poco rato, Claire se alejó desapareciendo por la salida y Adal subió a la camioneta con sus facciones más relajadas, pero con un tanto de seriedad aún en ella.

Entre las cuerdas de la guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora