08 Flashbacks

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—Hoy se incorporará un nuevo alumno, así que pido que lo integren— anunció la profesora de programas y sistemas musicales. Dio un gesto con la mano para que pasara alguien al aula.

Y ahí estaba el nuevo. Alto, pelinegro, ojos verdosos. Traía tatuado la mayoría del brazo derecho por lo que se podía ver.

—¿Me puedo sentar aquí? —preguntó a mi lado.

—Si, el chico que se sentaba ahí ya está reprobado— respondí haciéndome la graciosa.

Claro, porque a ti te gustan de estos. Los tatuados.

—¿Y por qué esta reprobado? —habló tras soltar una leve carcajada.

—Digamos que se le hizo fácil poner sonidos indebidos— solté torciendo la boca.

—Sonidos indebidos— repitió con aire pensativo—. ¿Cómo cuáles?

—Gemidos— respondí en un susurro. Pero el solo asintió sorprendido.

Cada uno empezó a hacer lo suyo en la computadora. Esta semana empezaríamos hacer un demo básico como parte de nuestro proyecto de parcial.

No pude evitarlo, lo admito. Empecé a observar sus tatuajes. Tenía los símbolos de las cartas de Póker en sus nudillos, seguido por el dibujo del joker del Póker en el dorso de su mano. Por cómo estaba posicionado su brazo, podía ver que en el antebrazo tenía un árbol seco, más arriba un reloj que apuntaba una hora en específico, y un marco en este que indicaba una fecha en números romanos.

—Te puedo mostrar los demás en privado— dijo haciendo que me sobresaltara.

Nombre casi se te cae la baba. Poco falto para que le zafaras el brazo eh.

—Lo siento— y sentí como me sonrojaba un poco. Pero él solo sonrió de lado.

—Creo que te conozco de algún parte— mencionó inclinándose hacía a mí.

Alerta roja. Debilidad de toda mujer, su loción huele muy bien.

—¿Ah sí? ¿De dónde? — voltee a ver mi computadora nuevamente para seguir con mi trabajo.

—En la fiesta de la fraternidad— respondió volteando a ver su computadora también —Venías con los Kaulitz creo.

—¿Los conoces? —pregunté frunciendo el ceño.

—Más de lo que me gustaría admitir—Frunció el ceño también.

—Eso sonó turbio— me volví a hacer la graciosa.

—Soy Aaron por cierto— dijo tendiéndome su mano en forma de saludo.

Y ahí, justo en ese momento cuando se me vino a la mente.

—Yo soy Aaron.

El vaso. Un mareo. Alguien cargándome hasta una camioneta. Un edificio totalmente extraño. La voz de Anton diciéndome que iba a estar bien. El hospital.

—¿Estás bien? —preguntó Aaron extrañado.

—Si, solo... co-como que me empecé a sofocar un poco— respondí alejándome un poco de él—. Creo que debería de salir por un poco de aire.

Agarré mi computadora y mis audífonos y lo metí como pude a mi mochila. Salí de ahí con dirección al estacionamiento.

—Lo siento— dije tras chocar con alguien.

—Ayla ¿Estas bien? —la voz de Claire me hizo levantar la cabeza mientras trataba de recoger lo que se la había caído.

La tomé del brazo y la dirigí hasta el baño. Mi mente iba a mil, así que opte por echarme agua en la cara para pensar con un poco más de claridad.

Entre las cuerdas de la guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora