36; Morir.

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El primero de junio de dos mil veintidós fue un día inolvidable para varias personas, aunque en diferentes aspectos. 

Los diez minutos luego de finalizar el partido transitaron con alegría y emoción. Diez minutos en que los hinchas saltaban y gritaban, festejando entre ellos y con los jugadores argentinos, quienes se acercaban a las tribunas para poder cantar en conjunto.

Ese pequeño momento que recordarían toda la vida no solo se caracterizó por la celebración, sino también por el gran estallido que comenzó a circular de a poco.

Fue Twitter en algunos e Instagram en otros, y el silencio cayó sobre ellos como una ligera llovizna de invierno a las cinco de la mañana.

¿Como era posible que los medios comunicaran las cosas tan rápido?

Emiliano dejó de saltar con la copa por el medio del predio cuando recibió la noticia. 

No pudo evitar fruncir el ceño cuando le hablaron al oído con pena y preocupación.

Tuvo que detenerse un minuto en donde estaba, y comprender lo que le habían dicho.

Porque no quería vivir lo mismo.
No quería vivir lo mismo que Santi... y Sara.
No estaba preparado. 

No estaba preparado para perder a la mayoría de su todo una vez mas.

Pensar en que Renata podría hacer lo mismo que Sara le martillaba la cabeza. 

Y si eso sucedía, debía replantearse las cosas.

Soy el problema, soy yo.

Pero su Rena no era Sara, de eso estaba seguro. Ni siquiera existía comparación alguna, porque su Rena no podría compararse con nadie, menos con Sara.
Sin embargo, la necesidad que Emiliano tenía de verla y que fuera ella quien le dijera que lo amaba, que no lo dejaría, y que todo estaría bien, eran inmensas.

No, usted no lo entiende. Necesito ver a mi mujer, ¿Dónde esta?

Emiliano estaba colapsando. Podría perder todo ese día.

—Señor Martínez, debe calmarse, estamos haciendo todo lo posible...

El arquero apoyó los codos en el mostrador, y puso las manos temblorosas sobre su cara. Agobiado. Nadie le decía nada. Necesitaba respuestas con urgencia.

—Ya lo se. Todo lo posible, siempre dicen lo mismo.—Limpió las palmas de sus manos en sus pantalones grises.—¿Y mis hijos?

Ellos están bajo el cuidado de neonatología ahora mismo.

Parpadeó al sentir sus ojos aguarse.—¿Pero están bien? Quiero saber si están bien...

Emiliano odiaba esa mirada. La mirada que la enfermera le estaba dando. No necesitaba su lastima, ni palabras reconfortantes, necesitaba ver a Renata, necesitaba respuestas y nadie le decía nada. Necesitaba saber si sus hijos tenían un futuro con ellos, porque si no era así, tenía que estar preparado para lo que se venía.

La enfermera no pudo responderle, no porque no sabía, sino porque Rodrigo lo agarró por detrás, alejándolo del mostrador y llevándolo a un asiento.
Emiliano no estaba bien.
Nadie en la sala de espera estaba bien.
Pero tenía que calmarse. Sería el quien escucharía las noticias próximas y fuese lo que fuese, debía recibirlas con estabilidad. 

red thread!    d.martinez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora