capitolo tre

156 4 0
                                    

oasis

Solo quiero vivir,
solo quiero bailar
solo estamos los dos

Una calurosa tarde de junio nos tenía a Carlos y a mi caminando por Madrid, buscando una heladería que nos quitara un poco la sequedad en la garganta. El madrileño me estaba enseñando un poco la ciudad, yo soy de Sevilla, allí nací y crecí, estoy conociendo gracias a que me convertí en poeta, porque de otra forma, creo que no hubiese sido posible para mí.

— ¿De qué quieres tú helado, bonita?

El ojimarrón me pregunta. Tal vez sí no estuviera sonrojada por el clima, sus palabras igualmente me hubiesen enrojecido las mejillas.

— Fresa. – Asiente y se apresura a pedirla, me siento fuera del local. A ésta hora las personas van y vienen por el centro, no hay tantas como pensé, pero pronto vendrán la prensa. Sé que acepté éste empleo, pero ya no nos han dejado tranquilos a Carlos y a mí. Mis sentimientos han visto un vuelco con respecto al moreno, ya no sólo me parece guapo, me gusta y yo también a él, me lo comentó hace unos días, por eso estamos en una pequeña cita. Hoy es el único día libre que tendrá ésta semana y no se quería ir sin antes vernos.

— Cono de fresa para ti, – aparece Carlos, pasándome el helado. – Y la de chocolate para mí.

Se sienta frente a mí, se ve sonriente el día de hoy. Lo veo más alegre, eso me ha gustado, que él está tranquilo, contento, más activo, más cercano. Me ha mostrado un lado suyo que no me hubiese pensado jamás que él tendría: es romántico. Incluso más que yo.

No entiendo cómo la prensa lo describía a él como alguien seco, frío... cuando es todo lo contrario.

— ¿En qué piensas? – Paso la lengua por mi helado, antes de que se derrita y termine arruinando mi vestido blanco.

— En que ésta es la mejor cita que he tenido en mi vida. – le confieso. La mayor parte del tiempo soy sincera con él, la única mentira que nos une está en un contrato, que falta poco para que se acabe. Solo dos meses, ya vamos por la mitad del primero.

— Me alegra escuchar eso. – Su mano se acerca a la mía, encima de la mesa y la acaricia. Le sonrío, mientras seguimos comiendo nuestros helados.

— Te voy a extrañar. – Es la verdad. Me he acostumbrado éstos últimos días a él, a su esencia, a su persona.

— Y yo a ti. Muchísimo. – Se termina de comer su helado en tres mordidas y se fija en mí. – Aunque podrías venir conmigo.

— Lo sé, pero mi representante me tiene llena de trabajo. No sé sí pueda, la verdad...

Éste mes, a causa de mi acercamiento a Carlos, se ha vuelto el más ocupado de mi carrera, me han invitado a eventos, marcas de maquillaje y ropa se han contactado conmigo y también me he estado enfocando en escribir, últimamente la inspiración ha llegado a mí.

— Me apena muchís... Joder, no. – Miro como baja la cabeza y se intenta tapar la cara con su mano libre.

— ¿Qué pas...? – Me quedo a mitad de la pregunta cuando miro a mi alrededor, hay un grupo de prensa, con sus cámaras apuntando hacia nosotros.

Tal vez ésto sea bueno, es lo que quería que yo hiciera por Carlos, pero la verdad, nos han arruinado las salidas.

— Vamos, te llevaré a casa. – Me toma fuertemente de la mano, no nos detenemos a hablar con los periodistas, pero en el camino al auto de Carlos, logro escuchar sus preguntas.

¿Ya son novios? ¿Ya se la presentaste a tus padres? ¿Cuánto tiempo tienen? ¿Irás al GP de Barcelona con él? ¿Cuándo lo harán oficial?

Y cuando me siento de copiloto es que dejo de escuchar sus voces y de sentir sus cámaras enfocadas en nuestras caras.

— ¿Estás bien? – Salgo de mis pensamientos y me concentro en Carlos. Asiento, pero la verdad es otra. No esperaba que fuera así, creo que me imaginé que todo sería colores cálidos, pero es más oscuro.

— Te dejo en casa y me voy, porque tengo que empacar, el vuelo sale en unas pocas horas. – Me avisa.

— Pensé que salía mañana.

— No, más bien, voy retrasado. Quería estar contigo, nada más me importa ahora. – Me le quedo mirando, eso me ha hecho sentir muy bien. Me ha alegrado el estómago, el corazón.

— Gracias por estar siempre para mí, Carlos. – le agradezco su tiempo.

— Yo solo el que debe agradecerte.

Seguimos conversando, regalándonos una que otra mirada y caricias, hasta que llegamos a la puerta de mi edificio y antes de bajarme, nos despedimos con un beso, uno más largo que los anteriores.

Éste me hizo confirmar lo que ya venía sintiendo, me gusta cada día más.

Me despido de él, adentrándome en el edificio. Lo echaré de menos éstos últimos días, me lo pensaré mejor, tal vez pueda ir a verlo y sorprenderlo.

Justo cuando piso mi sala de estar, me vibra el teléfono y lo desbloqueo rápidamente pensando en que será un mensaje de Carlos, pero me equivoco, la sonrisa que se me había creado se convierte en una mueca mientras leo el mensaje que me ha llegado.

Correo nuevo

Srta. Cristina Rivera,
todo está saliendo acorde al plan.
¡Ha valido la pena tomarla en cuenta a usted!
Felicitaciones, siga así.

Leer esas palabras me dan ganas de vomitar. No siento que esté bien lo que hago, pero Gabriel opina que es lo mejor. Me ha comentado que mis poemarios han subido en ventas, además de que mi nombre ya se está haciendo más conocido en España, mis seguidores en todas las redes sociales han subido. Y "mis jefes" están contentos con el trabajo que estoy haciendo, ya que la prensa está siguiendo más a Carlos y el moreno se ha visto actuando de mejor manera con ellos.

Todo está marchando bien, pero los sentimientos que han comenzado a surgir me hacen pensar que nada terminará de buen modo. Y lo menos que quiero ahora, es herir a alguien tan especial como lo es Carlos.

once razones - carlos sainz jr.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora