capitolo otto

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Aunque no te has ido,
deja de jugar conmigo así,
que yo sí me muero por ti

Carlos y yo teníamos el día de hoy libre, así que sin pensarlo, decidimos que se quedaría en mi apartamento para pasar cada segundo juntos. Ya estaba en el segundo y último mes del contrato, apenas se terminara, pensaba contárselo a Carlos, no podía seguir guardando un secreto tan grande a un hombre que aprendí a amar con cada momento a su lado.

Sabía que el momento en el que él se desilusionara de mí tendría que llegar, pero prefería que fuese al final del contrato, no antes o durante, porque sabía que no sólo mi economía pendía de un hilo, sino también la de Gabriel. Soy fiel a las personas que me brindan su apoyo y él ha estado en mis peores momentos, no podría salirle con una mala acción o siquiera afectar su vida en algún sentido, menos en el económico, que es tan importante cuando ya eres mayor y no tienes más apoyos. Él se separó de cualquier vínculo familiar antes de yo llegar a conocerlo, así que sí puedo cuidarlo, como lo ha hecho él conmigo todos éstos años, lo haré.

Por su parte Carlos ha decidido preparar hamburguesas para los dos, así que he dejado que haga su magia en la cocina. Ahora mismo tan sólo lo miro haciendo las carnes y me dispongo a ser su compañera, con sólo palabras, porque lo de ser chef no se me da.

— ¿Te gustaría más tarde la portada del poemario que estoy por sacar? – La verdad me hace mucha ilusión que lo mire, es en tal caso, su poemario porque él ha sido el que inspiró cada palabra, incluso la portada tiene mucho de él.

— ¿Por qué esperar tanto? Muéstramelo ya. – Su rostro dibuja una sonrisa de emoción. Me acerco rápidamente a él y le planto un beso en sus labios, que el moreno intenta volver más profundo, pero me separo. Sí nos empezamos a besar, él dejaría de hacer la comida y yo jamás iría a buscar entre mis correos el diseño de la obra.

— Ey, no seas mala. Quiero otro beso. – Hace un puchero con sus labios y me río.

— Iré a buscar mi laptop, espérame.

Me apresuro a ir hasta mi habitación, dónde tengo un pequeño escritorio y guardo siempre mi laptop, en ella escribo todo lo que se me ocurre y también es mi portadora de trabajos, porque me comunico con todos mediante los correos.

La miro en el centro de la mesa y con mis dedos la recojo, colocándola entre mis brazos, pegada a mi pecho. Le tengo aprecio porque me ha acompañado desde mis inicios.

Cuando llegó a la cocina de nuevo, Carlos ha terminado de freír la carne y se ha lavado las manos, secándolas con una servilleta, me hace señas de que coloque la laptop en la mesa. Le hago caso y se la dejo, haciendo fuerza en el botón de encender para que el aparato comience a funcionar.

— ¿Fregaste? – Le pregunto, observando los utensilios que anteriormente tenía en mano, cuando apenas cortaba la carne, esparcidos en la mesa.

— Nop. Lo hago después de ver el diseño. – Niega con la cabeza, con su vista fija en la pantalla del computador.

— Lo haré yo. – Expulso. Poco he hecho, así que al menos, lo puedo ayudar teniendo cada cosa limpia. – ¿Ya está encendida la compu, Carlos?

Como estoy de espaldas a él, en el fregador. Tengo que voltear la cabeza un poco para poder tener una vista clara de él, sentado en la mesa, con la quijada apoyada en una mano y la otra espiando en mi computador.

— ¿Cómo entro a tu correo, princesa? – Sube su vista hacia mí.

— Entra a Google, hay tan sólo una parte destacada que se llama justamente correo. – Le voy explicando, mientras regreso mi vista a lo que estoy limpiando, antes de terminar con la ropa llena de agua por no estar mirando.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2023 ⏰

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once razones - carlos sainz jr.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora