capitolo sette

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《CAPÍTULO +18📌 no tan intenso, pero igual aviso 💨》

los ángeles

Que cuando se encuentra
esa persona, que cuando
te toca, te obsesiona

Siento sus labios rozar mi oreja, pasando directamente a mi cuello. Suelto un suspiro y me muevo más cerca, sintiendo su pene erecto por debajo del pantalón.

— Joder... – Gime en mi oído, lo que provoca que vuelva a repetir la acción. Me presiono más fuerte hacia su erección, ambos soltamos varios gemidos y nos besamos con las lenguas batallando entre ellas.

— ¿Tienes condones? – Le pregunto, no quiero que nos emocionemos y tengamos que parar. A éste ritmo, no hay forma de que alguno de los dos se quiera quedar con las ganas.

— Sí, en la cartera. Déjame ir por ellos. – Me bajo de sus piernas, permitiendo que se levante. – Espérame en la habitación.

Hago caso a sus palabras y me voy a su recámara a esperarlo. Pienso que la mejor manera de hacerlo es con poca ropa, además, estoy tan excitada que quiero que estemos enrollados en la cama lo más rápido posible.

Me levanto la camisa por la cabeza con ambas manos, para quedar con la parte de arriba al descubierto. No suelo usar sostén y hoy, lo agradezco incluso. Mis pezones se encuentran duros, imaginar a Carlos pasando su lengua en ellos, provoca una puntada en mi clítoris. Me apuro a terminar de quitarme las prendas, sigo con los zapatos y los pantalones le siguen, esperaré a mi novio con las bragas puestas únicamente.

Cuando escucho sus pasos en el pasillo, me siento en la cama, con las piernas abiertas en dirección a la puerta, así cuando abra, esa será su vista.

— No los encontr... – Su voz de apaga y su expresión cambia cuando me mira. – Puta madre, Cristina. ¿Me quieres matar?

Suelto una risita tímida y asiento. Me muevo nuevamente, ahora colocándome en cuatro. Con mi dedos índice le hago un gesto de que se venga hacia donde estoy. Haciéndome caso, se apresura a quitarse todas las prendas, quedando solo con la ropa íntima.

— Preciosa, preciosa... – Me dice al oído nuevamente, gimo y me siento encima suyo en la cama. Cuando estoy justo en su regazo, me muevo hasta que nuestras partes íntimas se tocan y con mis dientes, muerdo su labio inferior, atrayéndolo a mí.

Nos unimos en un beso, mientras nos rozamos con la ropa íntima puesta. Las palpitaciones en mi clítoris aumentan y en cualquier momento podría reventar de la excitación.

— Te necesito. – le confieso, nuestros ojos no se dejan de mirar.

Acto seguido, me mueve, colocándose encima mío, acostados. Me abre las piernas y lentamente, saca la braga, lo único que me mantenía prisionera de sus caricias y su miembro.

Cuando lanza la prenda hacia algún lugar de la habitación, se baja un poco hasta tener su cara cerca de mi vagina, antes de poder decir cualquier cosa, mueve su boca hacia mi zona y el impacto hace que mis pies lo golpeen ligeramente. El madrileño me mira fijamente y sujeta mis piernas con sus manos, para volver a su trabajo.

Siento como su lengua comienza a hacer movimientos circulares por mi clítoris, metiéndola un poco en mi vagina. Me siento en las nubes, cuando miro hacia mis piernas y sus ojos están fijos en mí, el éxtasis recorre todo mi cuerpo y suelto unos gemidos.

Carlos se acerca nuevamente a mis labios, sonriendo victorioso por haberme hecho temblar del placer.

— ¿Te ha gustado?

Dice dejando besos por mi pecho, jugando con mis pezones en sus dedos.

Asiento frenéticamente, las palabras se han perdido de mi boca, no creo tener voz para responderle.

Lo miro alejándose de mí, para buscar el condón, el cual abre con sus dientes. Miro su pene erecto y me paso la lengua por los labios, cuando puedo observar la forma en la que se lo pone.
Luego de eso, se acerca de nuevo a mí, abriendo las piernas para recibirlo, siento como pone una mano por detrás de mi hombro derecho en la cama y con la otra guía su pene hacia mi entrada, antes de meterlo, con sus dedos comprueba que esté lista para recibirlo.

— ¿Puedo...? – Escucho que me susurra y asiento. Estoy completamente lista para sentirlo dentro.

Deja un beso en mi boca y entra de una sola embestida en mí. Gimo y él también, su boca se encuentra entre abierta, su pecho sudado, empiezo a dejar besos en su cuello cuando lo siento moviéndose. Unimos nuestros labios en un beso apasionado, ambos comenzamos a mover nuestras caderas para sentirnos lo más cerca posible, ni teniéndolo dentro siento que sea suficiente, quiero más, deseo todo de él.

Sus gemidos y los míos son lo único que se escucha en la habitación, junto al choque que hacen nuestras pelvis con cada penetración.

Siento su mano buscando el punto en mi clítoris y cuando lo consigue, me da masajes leves con el dedo, sin dejar de moverse a un buen ritmo, le quito un poco de cabello de la frente para poder mirarlo a los ojos. Ya estoy por correrme y sé que él también, así que quiero mirar su expresión. Me quiero memorizar cada gesto que el madrileño tenga cuando se corra en mí.

Se pasa la lengua por los labios y yo lo agarro de los hombros, cuando siento que en mi vientre pasa una sensación tan divina que me saca suspiros y gemidos, una ola de calor recorre cada parte de mi cuerpo. Carlos llega al orgasmo justo al mismo tiempo que yo y nos besamos de una manera más calmada. Nuestros pechos suben y bajan, siento las pulsaciones a mil y mi corazón saltando.

El moreno se acuesta a mi lado y lo volteo a mirar, para darme cuenta que él ya estaba observándome.

— Te amo.

Confiesa y yo me sincero también.

— Te amo, Carlos. Por favor, jamás dudes de ello.

Me acerco a él y le doy un beso, antes de que pueda preguntarme el porqué tendría que dudar de mi amor hacia él.

once razones - carlos sainz jr.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora