Capitulo 12

172 17 3
                                        

Roberta: Y... ¿se puede saber qué es eso que te decepcionó? - no es que fuera chismosa, pero ustedes también tendrían curiosidad de saber qué fue lo que lo hizo enojarse tanto, o decepcionarse, según él.

Diego: Tú ya lo sabes.

Roberta: ¿Yo? - me pongo frente a él y me señalo a mi misma.

Diego: Sí, tú.

Roberta: No es cierto, ¡estás jugando! - lo acusó - Dime, por favor - hago pucheros.

Diego: No - niega divertido - Es un secreto - susurro sensual cerca de mis labios.

Roberta: - Me alejo - Al cabo que ni quería - me encojo de hombros.

Se ríe y me atrae hacia él, me abraza por los hombros, haciendo que quedemos mirando la vista, yo pegada en la baranda y él detrás de mí. Muy bien, Roberta. Háblale del beso, es ahora o nunca.

Roberta: Diego, ¿no crees que deberíamos hablar? - preguntó tímida.

Diego: ¿Sobre qué?

Roberta: No me hagas decirlo - suplico haciéndolo reír.

Diego: No sé a qué te refieres, dime tú - insiste, y aunque se escuchara tan sincero, no le creía ni una sola palabra de lo que decía. *debería ser poeta*

Suspiro, tal vez eso me dé valor.

Roberta: Quiero que hablemos... del beso -susurró la última parte como si fuera un secreto que nadie pudiera saber.

Aunque no lo puedo ver, siento como sonríe.

Diego: Bueno, entonces habla.

Roberta: Comienza tú.

Diego: Tú querías que habláramos, empieza tú - insiste.

Roberta: De acuerdo, si eso quieres - hago una pausa - Como tú fuiste quien lo inició...

Me interrumpe.

Diego: Pero tú no lo paraste - acusa haciendo que la sangre se acumulara en mis mejillas.

Roberta: Yo no dije eso...

Diego: Entonces te gustó - dedujo, interrumpiéndome, de nuevo.

Roberta: ¡¿Quieres dejarme terminar una sola oración?! -pregunto prácticamente gritando, causando su risa, pero no dice nada, por lo que continúo - Lo que quiero sabes es, ¿por qué lo hiciste?

Diego: Contestaré eso, hasta que tú contestes mi pregunta.

Roberta: ¿Qué pregunta?

Diego: Si te gustó o no - me sonrojo - Vamos, responde - alienta.

Roberta: Sí, me gusto - digo demasiado bajo, pero no lo suficiente como para que no escuchara.

Diego: ¿Qué? Disculpa no te escuché.

Roberta: ¡Que me gustó! - digo más alto - ¿Feliz?

Diego: Sí, mucho -admite sonriente - Veamos, ¿por qué lo hice? - se pregunta a sí mismo - No lo sé, sólo lo hice -se encoge hombros a la vez que mi corazón se partía a la mitad, destruyendo todas mis esperanzas y aclarando mis dudas de la forma cruel.

Roberta: Oh - digo lo único que puedo formular.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Rápidamente parpadeo para alejarlas. No iba a llorar por esto, no por algo tan estúpido. No estaba enojada con Diego, no era su culpa que yo fuera una estúpida adolescente enamorada. Que yo creyera que ese beso significó algo fue mi culpa por ingenua, al igual que el hacerme ilusiones. Es decir, ¡es un hombre, por Dios! Él hace esto todo el tiempo, como a mí no me pasa seguido, me ilusioné.

Diego: ¿Quieres salir saliendo de la escuela? - pregunta sacándome de mis pensamientos.

Iba a aceptar, pero el nombre de Mia se hace camino entre todos mis pensamientos.

Roberta: No puedo, voy a salir con mi amiga Mia - en cuanto digo esto siento como se tensa, haciendo que frunza el ceño - ¿Estás bien?

Diego: Eh... - duda un momento -Sí, estoy bien.

Roberta: - Me suelto de su "abrazo" para poder mirarlo - Te ves tenso.

Diego: No sé por qué lo dices, estoy bien - insiste.

Roberta: Si tú lo dices - me encojo de hombros.

Abrió su boca para hablar, pero lo único que salió fue un sonido chirriante, la campana. Abro mis ojos lo más que mis párpados me lo permiten, sin creer que ya podíamos salir, que por lógica, significa que nos saltamos todo un periodo.

Roberta: Dime que la campana está sonando porque hay un incendio, y no porque nos hayamos saltado todo un periodo - suplico incrédula.

Diego: Lamento tener que ser el que destruya tus esperanzas. Pero, hemos salido - dice, por último comienza a bajar las escaleras, dejándome con la palabra en la boca y totalmente confundida.

Roberta: ¿A dónde vas? - grito para que pueda escucharme, a la vez que bajó las escaleras.

Diego: A mi casa - respondió cortante.

Roberta: ¿Puedo acompañarte? - pregunto tímida una vez lo he alcanzado.

Para y se gira hacia mí bruscamente, haciendo que choque contra su tórax, mi cara enterrada en su pecho y sus manos sujetando firmemente mi cintura.

Diego: ¿Acaso no traes auto? - pregunta feroz, soltándome, haciendo que me tambaleara y mi boca se abriera a causa de la impresión.

Suspiro resignada, triste, sorprendida, indignada y molesta. Esos son muchos sentimientos juntos, y no creo que eso sea bueno. Estaba por bajar, pero la vista me llamaba, literalmente. Escucho el grito de alguien, una mujer. Me acerco a la orilla para ver al causante de ese ruido. Veo a... ¿Mia?

¿Qué está haciendo ella aquí? ¿A quién le habla? ¿A mí?

Mi ceño se frunce inmediatamente al ver a Diego dirigirse hacia Mia, dando respuesta a dos de mis preguntas no elaboradas, vi como la tomaba entre sus brazos. Pero no de la forma dulce en que lo hace un novio o un amigo, la tomó por los codos fuertemente y la arrastró lejos de la escuela, mirando en todas las direcciones, como si quisiera que nadie los viera. Me agacho cuando sus ojos se centran en la azotea.

Me levanto, observando atentamente. Localizó la rubia cabellera de la que solía ser mi mejor amiga. Se dirigen a la pequeña glorieta que se encuentra cerca de mi casa, donde se supone que Mia me citó.

Tomo mi bolso y bajó los escalones rápidamente. Corro lo más rápido que puedo, agradeciendo mentalmente ese curso de carreras de pista que tomé hace tres meses. Una vez me faltan sólo unos cuantos metros para estar a su lado, me detengo y me coloco mi cazadora y mis gafas de sol, asegurándome de estar cerca de los árboles, por si volteaban.

No lograba distinguir qué decían, pero a simple vista se notaba que Diego estaba enojado, por su ceño fruncido y los gestos que hacía. En cambio Mia hacía pucheros y pasaba sus manos por los brazos de Diego.

Decido acercarme un poco más, en lugar de estar tratando de leer sus labios. En cuanto se distraen un poco avanzó rápidamente y con pasos ligeros para colocarme detrás de un árbol muy cerca de ellos, demasiado,

Diego: No tuviste que haber ido a buscarme - escucho que dice el.

Mia: No fui a buscarte, no te creas el centro de atención - dice con voz burlona - Fui a buscar a Roberta - no sé por qué mis sentidos se ponen alerta en cuanto menciona mi nombre, que de sus labios ahora me entraban ganas de vomitar.

Diego: Deja de hacerte la tonta - suplica con voz cansada - Tampoco entiendo para qué citaste a Roberta aquí.

Mia: Eso a ti no te importa, yo puedo hacerle o decirle lo que quiera, y adivina qué, ¡No será de tu incumbencia!

Diego: Escúchame - sentencia amenazante, poniéndome los pelos de punta - Tú, lo único que harás, será arreglar tu amistad con Roberta y olvidar la estupidez que hicimos, ¿entendiste?

¿Estupidez? ¿Qué estupidez? ¿De qué están hablando? Sólo aparecían miles de preguntas y aún más que lo único que conseguían era frustrarme.

Mia: No, Diego. Escúchame tú - asomo un poco mi cabeza justo para ver como lo señala indignada en el pecho - Sé que te gusta Roberta. Y no trates de mentirme, así que si no quieres que se entere de tu pequeño "incidente"- hace comillas con sus dedos en la palabra incidente - no te metas conmigo.

Se miran fijamente sin parpadear ni mover un músculo, ambos resistiéndose a bajar la mirada. Miro la hora en mi reloj y pienso que es tiempo suficiente como para haber caminado de la escuela hasta aquí. Era hora de hacer mi aparición.

Camino alejándome unos cuantos metros, inhalo y exhalo profundamente para saciar las ganas que tengo de ir allá e interrogar a ambos. Una vez calmada comienzo a caminar lentamente hacia donde estaban. Cada vez que me acerco más, los divisó mejor, al parecer aún hablaban de su "pequeño secreto". Malditos hipócritas.

Me quedo admirando la escena, ninguno de los dos se ha percatado de mi presencia. Aclaro mi garganta para que me noten, obteniendo miradas sorprendidas y nerviosas de parte de ambos.

Polos Opuestos •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora