Un respiro.

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Una agradable melodía arrullaba a todo aquel que la escuchaba, resonaba a la distancia, siendo arrastrada por el viento y llevada a los jóvenes incultos de su esplendor, que aún así disfrutaban de ella.

Mientras Merlina reproducía una de sus partituras favoritas en su Cello, la habitación se mantenía en absoluto silencio, y la razón era la más lógica, es porque no había nadie ahí con ella. Desde que comenzó a salir con ella, hace ya un tiempo, la rubia nunca la dejaba sola, solo sucedía si tenían clases diferentes y una regresaba primero al dormitorio, pero hoy era intencional.

Bueno, no completamente.

En un de los puestos de comida en el pueblo, una muy amargada loba resoplaba cansada al lado de su amiga vampira.

— ¿Podrías dejarme llamarla al menos? — Preguntó con tono de súplica, mirando a la pálida a su lado que ignoraba su gesto demandante.

— Enid, Merlina no irá a ningún lado, llevamos meses sin hacer una salida de amigas y no me dejas disfrutar de tu compañía — Respondió de mal humor. Una actitud justificada si llevamos a la mesa la realidad de que inició su relación con Divina y Enid nunca la felicitó por eso — Además, esta es una excelente oportunidad ya que hoy es domingo de comida mexicana, y tú dijiste que querías probarla.

— Se lo que dije, ¿pero no podías arrastrarme contigo otro día? — Justo cuando Merlina me dice que soy su luna, ¡Que mal momento para alejarme de ella! — Podrías haber invitado a Divina y volverlo una cita.

Recibió un golpe en la parte trasera de su cabeza, acariciando el lugar y mirando sorprendida e indignada a la vampira.

— ¡Oye!

— Si te invite a salir, es porque quería venir contigo, no todo se trata de las parejas, no puedes descuidar a tus amigos — Fue su sentencia, ganando la discusión que Enid se negaba a alargar porque tenía todas las de perder.

De esa manera siguió los pasos de su amiga, quien emocionada le señalaba el lugar para comer.

Volviendo a Nevermore.

Merlina regresaba a la habitación, cerrando la ventana y colocando su instrumento en el lugar de siempre, contempló la habitación y no hace falta decir que percibió ese aire diferente, como si algo hubiera cambiado.

Dió una pequeña sonrisa, y se acercó a su lado del dormitorio, se sentó en su sillón de lectura y tomo uno de los libros que tenía en espera para cuando tuviera un tiempo libre. Y ahora no solo estaba libre, también tenía la completa paz para leerlo.

Mientras las horas pasaban, a un ritmo jugosamente lento, Merlina termino de leer de este, satisfecha con su lectura, dejo el libro a un lado de su sillón y flexionó su cuello ligeramente hacia los lados, liberando la tensión, miro el reloj, y aún faltaban unas 4 horas hasta que Enid volviera de su paseo por el pueblo, se puso de pie, dispuesta a darse un baño para tomar una siesta.

Con el baño de la habitación del lado de Enid, inevitablemente pasó delante de su cama, algo la hizo detenerse, admirando la cómoda tela que cubría la cama y la fragancia que desprendía adornar su imagen. Tragó saliva, mirando con sus pupilas dilatadas hacia aquel tentativo lugar.

— Dedos — Pronunció con su voz algo aguda, no tanto para un chillido, pero si lo suficiente para notar el cambio.

Aquella mano salió de su sitio en el cajón, desplazándose a toda prisa hacia ella.

— Voy a ..... Hacer una estupidez, vigila el perímetro — Un poco confundida, la mano acata la orden, y sale de la habitación.

Merlina toma aire profundamente, llenando sus pulmones para luego dejarlo ir todo de una manera igual de tranquila.

Mía ❤️ WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora