CAPÍTULO 009

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───────• § •───────

—¿Qué estás haciendo? —reclamo entre dientes sin hacer algún movimiento brusco que altere a las dos parejas que se encuentran fuera.

Aunque, no creo que tengan tiempo de fijarse en nosotros debido al intercambió de saliva en el que están enfrascados.

—Esto se llama secuestro, señor Brückner, ¿sabía?

—Sólo camina, Scarlett —susurra con voz ronca.

Y sólo bastó que mi nombre abandone sus seductores labios de esa manera para guardar silencio y dejar que nos guíe. Le permito que me lleve consigo a donde quiera, observo sobre mí hombro el local que dejamos atrás cuando doblamos hacia un lado, no fuimos muy lejos cuando estamos frente a un pequeño café al que me insta a entrar.

Me toma de la mano y con el ceño fruncido, extrañada por su actitud, lo sigo hasta el mostrador.

Apoya un brazo sobre la barra de madera y ladea un poco el cuerpo hacia mí.

—¿Qué vas a querer?

Entreabro los labios señalando con mi pulgar hacia atrás, como intentando recordarte lo que dejamos para venir hasta aquí.

—Pero...—Me abstengo de replicar al ver la mirada en sus ojos y ante la manera sutil en la que presiona la mano que intento quitar de entre sus dedos—. Un café negro está bien, y unas roscas dulces...por favor —. Termino con una sonrisa pequeña—y falsa—, en el rostro.

Asiente, volviéndose a la chica que nos mira con nato aburrimiento al otro lado de la barra. Ordena y luego me lleva a una mesa en la esquina derecha del local, tomo asiento murmurando un agradecimiento cuando mueve una silla para mí. Él toma su lugar delante mío inclinándose sobre la mesa con la mirada puesta en la ventana de cristal, mientras que yo entrelazo mis dedos sobre la mesa y lo miro por largos segundos hasta que se harta de mi escrutinio, volviéndose hacia mí.

—Pregunta —suelta apoyando su espalda en su asiento.

—¿Por qué salimos así de allí? ¿Quién era esa mujer? ¿Y esas personas? —cuestiono de manera atropellada todas las curiosidades que estaban quemando mi lengua y espero una respuesta que al pasar los segundos, no llega, sólo me mira. Bufo, echándome contra el respaldar—. ¿En serio, Dominik? Prácticamente me secuestraste y no quieres darme una razón.

Espero y espero, y al sólo obtener silencio de su parte chasqueo la lengua poniéndome de pie para irme. Así me pierda en el camino no me iba a quedar con alguien que sólo me ignora.

Lo miro sobre mi hombro cuando su mano en mi muñeca detiene mis pasos, y sus palabras siguientes me instan a soltarme y seguir caminando:

—Sonia es la hermana de mi esposa.

La voz en mi cabeza demanda que me vaya, recalcando una y otra vez en un segundo lo estúpida que soy. Me suelto de su agarre y mantiene su mirada expectante en mí. Las ganas de irme son igual de fuertes que la necesidad de respuestas, por ende, tomando aire, vuelvo a mi lugar y me siento despacio.

Siento un nudo en el pecho y sólo observo como dejan nuestros pedidos en la mesa y huyen rápidamente sintiendo la tensión en el ambiente.

Antes de que alguno mencione palabra alguna, nuestros teléfonos suenan simultáneamente. No hacía falta mirar el verificador para saber quiénes eran, y preferí dejar el mío sonando mientras él tomaba la llamada de su hermano.

—Dime —gruñe en saludo. Tomo un sorbo del humeante café cuando me mira y dice que estoy aquí con él, y sólo entonces mi teléfono deja de sonar—. No los quiero ver, lo sabes muy bien, maldito bastardo ¡Y tú los invitaste! —. Mis ojos se abren de más cuando su voz toma un tono sombrío y elevo una ceja dándole un mordisco a mi rosca dulce.

© 𝐷𝐸𝑆𝐸𝑂𝑆 𝐼𝐿𝐼𝐶𝐼𝑇𝑂𝑆 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora