Capítulo catorce

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La luna llena, de la que Edward le advirtió días atrás, aparecería en lo alto del cielo aquella noche. Sin embargo, la última preocupación de Clarke aquel lunes era esperar por una fase lunar. En vez de estar en la luna, sus pensamientos se encontraban en la otra punta del universo. Preocuparse de La Metamorfosis de Kafka era un problema que quedaría para la Clarke del futuro, ya inventaría algo para terminar el reporte de la semana en tiempo y forma.

Por el momento, escuchaba a lo lejos la plática que Anne y Hudson mantenían y, como era de esperarse, aquella típica conversación de quién sabe qué se estaba transformando en una de las peleas de siempre. Sin prestar atención en lo que los había empujado a discutir, Clarke masticó el almuerzo que le brindaba la escuela y, mientras comía, sus ojos se desviaron a una de las mesas del fondo donde se encontraban Jefferson, Joshua y Eleonora. Después de todo lo que había sucedido el sábado le resultaba incontrolable el fijar su mirada en esta última.

Eleonora era una típica Loups de cabello cobrizo y ojos verdes, al igual que su padre, su tío o su abuelo. Clarke, por el contrario, tenía los ojos de su madre y el color de su cabello se resumía de una extraña mezcla caramelo que imitaba un tono cobre deslavado.

En cuestión de segundos viajó al día en que sus intenciones se nublaron por la ira que gobernaba en su cuerpo y convertidas en el deseo de estrangular el cuello de la pelirroja hasta que se agotara el aire de sus pulmones. Pensar en acabar con Eleonora no había sido la primera ni la última vez en que las ideas descabelladas y atroces se atascaban en su mente.

Meditó todo lo que había pasado en un lapsus de un mes en el viaje a casa. Ni siquiera quería imaginar qué sucedería si Eleonora recordara todo lo que había pasado, ¿le tendría miedo? ¿Le diría a los demás de su comportamiento? ¿Lucharía devuelta?

Se esforzó por despreocuparse de uno de muchos problemas tomando el recorrido más largo, conducir por el camino junto al bosque le permitía respirar algo de aire fresco y también, la ayudaba a pensar en otra cosa que no fuese Eleonora o la extraña sensación que comenzaba a albergarse en su pecho, y junto a ella, vestigios de una inminente migraña.

Al llegar a casa todo, exceptuando por el medicamento que tomó para evitar la cefalea, siguió su curso normal. Como la mayoría de las veces, la casa se encontraba vacía y lo seguiría haciendo hasta altas horas de la noche en las que, suponía, su padre sería liberado del trabajo, que comenzaba a tornarse más demandante de lo usual. Además de lo obvio, Clarke tenía la ligera sospecha de que él la estaba evitando por lo ocurrido el sábado y lo entendía.

Aprovechó de llenarse el estómago de agua mientras revisaba en la biblioteca familiar si había algún indicio de Kafka, encontrando el libro que debía leer antes de acabar la semana.

Recorrió con los dedos las estanterías llenas de libros, la mayoría formaban parte de la colección legislativa de su padre sumado a sus libros de la universidad, que había comprado en Inglaterra; el otro poco eran los libros empolvados abandonados, al igual que ella, por su madre. Allí encontró La Metamorfosis, un libro de empaste duro y negro en el que se posaba un escarabajo reluciente, acompañado de la tipografía igual de brillante.

«Es irónico», soltó Edward después de llevar tanto tiempo callado.

—¿La alegoría de transformarte en una carga?

«Transformarse...», dijo por lo bajo y pensando en algo más. «¿qué te parecen las transformaciones?».

—Si lo preguntas por el libro, entonces no me gustaría ser un bicho raro y una carga para el resto.

«Y ¿si fueras algo más?».

—¿Algo como qué? —se animó a preguntarle. Nada perdía con hacerlo, Edward jamás hablaba más de la cuenta y querer entablar una conversación sobre un libro que se había publicado casi cien años atrás significaba un paso largo, por lo menos para Clarke.

Blood Moon [BM #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora