CapÍtulo 15

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Narrador.

Daniel estaba impactado por las palabras de su hijo, sabía que Sam odiaba las decisiones que había tomado desde día, que sus instintos despertaron, pero jamás pensó que se metería con un niño, su niño; un pequeño que al que nunca debieron meter en un tema de adultos. Le daba impotencia ver a su niño llorar mientras abrazaba sus piernas e intentaba regular su respiración. Para muchos solo eran palabras vacías, pero para un infante podría ser algo que lo marcaría toda su vida.

Danny: Fanty

Intento llamarlo por su apodo, aquel que le dio su hermana, por su gusto por la bebida naranja y el hecho de ser un fantasma.

Danny: Cariño.

Nada, su pequeño solo se abrazaba más a sí mismo para esconder su cara, sabía que no le gustaba que lo vieran llorar, y que, sin importar que tanto lo llamara este, no dejaría que lo viera por completo en ese estado. Tomo a Dan en brazos y lo colocó en su regazo, abrazando a su pequeño mientras lo acariciaba para consolarlo. Los suaves susurros de aliento se escuchaban claramente en aquella inmensa habitación.

Danny: Lo que haya pasado antes es historia, lo que hagas ahora y después es lo que importa, pero que te quede muy en claro algo, Dan, tú siempre serás una de las cosas más hermosas que me ha pasado en la vida.

A este punto, el menor había dejado de esconderse para pasar a limpiarse el rostro con las mangas de su uniforme, intentando regular su respiración y parar sus hipidos, pero sosteniendo firmemente la camisa de su madre. Sintió la palma de su progenitor, acunar su mejilla, acariciándola con su pulgar, seguido de esto peinarlo con un poco con sus dedos; tomó un pañuelo que tenía guardado en su bolsillo y limpió el rostro de su hijo. Brindo un suave beso en la frente de su pequeño y acomodo un mechón blanco detrás de su oreja.

Danny: Dan, sin importar cuantos años pasen, tú siempre serás mi pequeño y ten por seguro que siempre voy a amarte, nunca dudes de eso.

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Plasmius era un hombre sencillo, hogareño, que solo buscaba una vida tranquila para su familia; lástima que una gótica se esmeraba en ser una carga. Eran años en los que trataba que aquella joven dejara de lado su obsesión por su amado y siguiera con su vida, había intentado dialogar y negociar miles de veces, incluso pidiendo disculpas que no debía dar desde un inicio, suponía que era esa pizca de culpa que sentía por ella, al no haber recibido explicación alguna de su repentina relación con Daniel, pero no era el único que le escondía la verdad a aquella pelinegra; tal vez si le aclaraba las cosas de manera tranquila podía acabar con todo ese innecesario drama, darle un cierre y seguir adelante, no era que le tuviera cariño, para nada, pero le daba lástima y le recordaba aquel tiempo en qué estuvo obsesionado con la que ahora es su suegra.

Un escalofrío había recorrido su espalda; sin duda era incómodo pensar en eso.

Prefiero dejar pendiente ese problema para enfocarse en su trabajo, aun con los años conservaba su empresa, cosa que agradecía después de la pandemia y del término de su mandato como alcalde; al menos la nueva mandataria hacía un buen trabajo. Todo el esfuerzo que hacía en su compañía era para el bienestar de sus niños. El solo pensar en las matrículas de la universidad que tendría que pagar le daba ganas de llorar, era peor por el hecho de los gustos caros de sus pequeños, cosa que claramente habían heredado de él.

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