Hace muchos años necesitaba hombres para emprender una batalla contra Dumbledore, su ejército tuvo como primer miembro a Abraxas Malfoy, su cabello rubio cenizo destacaba entre la multitud, todo en su aura reflejaba el linaje al que pertenecía, siendo incluso su andar propio de una persona noble y de sangre pura rgulloso de su procedencia.
— Mi señor, estaremos honrados de servirte.
El patriarca de la familia Malfoy destacaba sí, pero cuando esté mismo empuja los hombros de una figura más delgada para que se coloque frente a él, es el recién llegado quien más capta su atención. No era más que un adolescente, a lo mucho en plena etapa de la pubertad, tal vez unos doce o trece años, ¿Importa?
— Yo, Lucius Malfoy estaré encantado de servirle, mi señor.
Un par de ojos grises se encuentra con su mirada, el rubio toma una posición de rodillas en un claro ejemplo de sumisión, es la demostración de quién reconoce a su amo. Pero detrás de esa mirada que finge servidumbre y una apariencia dócil, reconoce algo más.
— ¿Lucius? Lucius eh, Malfoy y demás, retirense.
Perder el tiempo con un montón de viejos aburridos es eso, aburrido en mayúsculas. Abraxas y los demás se retiran tal como lo ordenó, en estos días a estos magos les hace falta un poco más de desafío. El joven sangre pura, seguía mirando al suelo, esperando su orden, reconoce que el hecho de que no este temblando es algo de elogiar, últimamente todos los niños tiemblan cuando lo ven.
— Levántate Lucius, desde ahora serás mi mano derecha.
El joven parece tan sorprendido como su voz interna que cuestiona sus acciones.
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Pasaron los años y un niño se convirtió en un adolescente. Al principio Abraxas estaba furioso porque el Señor Oscuro prefirió a su hijo por sobre él, pero llegó a la conclusión de que esto seguía beneficiandole.
Creyó que lo que lord Voldemort veía en Lucius era un sucesor, no un consorte. La cercanía que observaba entre ellos dejo de gustarle, por eso, cuando la oportunidad de casar a su hijo se presentó, no dudo en aceptar la oferta y así concerto una cita para Lucius y Narcissa Black.
No puede permitir que su hijo no produzca un heredero con una mujer de sangre pura.
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Siente el escozor en su mejilla en donde hace apenas unos minutos la joven de la casa Black le golpeó. La llegada de Severus fue inesperada, ni siquiera sabía de que era el día de su cita con Narcissa, casualmente llegó porque quería tomar de vuelta su libro de pociones, ya que no respondió a su llamado decidió ir él mismo.
Ahora yacen en su habitación, con un joven pelinegro que frunce el ceño y delicadamente vierte una poción sobre su mejilla. Al parecer, ella incluso metió sus uñas.
— ¿Por qué te golpeó?
Cuestiona su amigo, Lucius sabe que odia cuando los demás hacen uso de la fuerza física debido a su propia experiencia familiar. Sus labios se aprietan en una delgada línea, indeciso de como responder.
— ... Luzco femenino. — Ante eso, el pelinegro ladea la cabeza en una seña de que espera que se explique, pero ni siquiera lo comprende. — ¿Crees que padre le diera permiso?
— Si lo hizo, tu padre es un idiota.
— Pero... — Su largo cabello rubio cenizo le cubre el rostro, Severus no duda al momento de presionar una mano en su cabeza y comenzar a acariciarle, inmediatamente se funde en el gesto. — No quise nacer veela y no soy ni quiero ser una niña, pero luzco bonito.
— Porque eres bonito, arreglarte el cabello, dejarlo largo, cuidar tus uñas, no te hace menos hombre e incluso si te gusta tu mismo género, no eres menos hombre. Tu padre es un idiota.
Aunque Lucius no está tan seguro de ello, la certeza en la voz de su amigo suena tan convincente que simplemente se queda en silencio dejando que el contrario lo cuide.
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No fue planeado... Todo comenzó con lord Voldemort invitándolo a cenar, propuesta que no pudo rechazar... Y luego, luego pasaron otras cosas, eso fue la noche anterior. Ahora despierta tendido en sábanas blancas, con su cabello rubio cenizo cubriéndole parte de su cuerpo desnudo y un lado vacío en la cama.
Las puertas de la habitación se abren de un estruendo, túnicas negras ondeando con el distinguido andar de su padre. Cuando el hombre se para frente suyo lo primero que hace es agarrarlo por el cuello.
— ¿En esto te has convertido? En la calienta camas de nuestro señor. ¿Crees que lo permitiré? ¿Así piensas pagar tu gratitud hacia mí?
Lucius intenta apartar la mano de su cuello, algo hace que su padre le suelte, el hombre le sonríe de la manera más siniestra.
— No creas que te dejare ir. Vístete.
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— ¡Eres un inútil!
Lucius coloca protectoramente sus brazos sobre su estómago, una fría furia se demora en su mirada mientras su esposa le observa con disgusto.
— ¿En serio me case para lidiar con tu promiscuidad?
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— Te liberare Lucius, serás solo mío estarás bien.
Le dijo una noche mientras lo sostenía entre sus brazos, las palabras fueron susurros, pero no dudaba de él.
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— El Señor Oscuro ha muerto.
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— Padre.
Una voz que perfectamente reconoce lo saca de sus pensamientos, Draco le observa con suma atención, se acerca y toma suavemente su mano, Lucius no puede evitar sentirse conmovido.
— Mi pequeño dragón, ¿Estás mejor?
Coloca sus manos sobre el menor atrayendolo en un abrazo, permitiéndose llenarlo del afecto que por años se le había prohibido. A unos escasos metros de distancia, Voldemort observa la interacción, Lucius finge no darse cuenta, enfocándose plenamente en su hijo.
— Blaise.
— Lo verás pronto, Harry lo dijo, ¿Cierto?
— Sí...
— Entonces, no hay de que preocuparse. Volvamos adentro.
Sostiene la mano del menor, pero antes de que pueda avanzar, alguien toma su mano libre, el señor Oscuro luce una expresión complicada.
— Vamos, mi príncipe de hielo.
De algún modo, piensa que lo sabe.
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