En el siglo XXI

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La relación de Nikola y Poseidón ha dado grandes pasos en el desarrollo de la presentación de amor. Un gran avance para alguien que rechazó todo contacto y para quien nunca mostró afecto por ningún ser humano y dios, hasta ese punto.

Durante siete días a la semana, Nikola solía vivir en el palacio del rey del mar, leyendo los libros y textos que retrataban la historia de la humanidad desde sus inicios en los pasajes bíblicos, hasta los conocimientos sobre las estrellas, la medicina y la guerra. Poseidón ha cambiado también, suele hablarle a la servidumbre del castillo con más amabilidad, sus sonrisas son genuinas y hermosas y sus temas de conversación suelen ser variados.

Poseidón exige atención muchas veces, pero nunca interrumpe a Nikola en su trabajo, le gusta verlo tan concentrado con algo nuevo que llegaba a descubrir, la forma en cómo su sonrisa se extendía con euforia, cómo sus pupilas se dilataban, su voz cambiaba y su lenguaje corporal podía ser demasiado diferente. El dios está ahí para él, escuchando teorías y leyes que no entendía, cuidándolo cuando sus inventos podían resultar hasta peligrosos, recibiendo su amor cuando se lo pedía.

Poseidón lo amaba.

Hay una rutina a la que se acoplan cada día, a veces difieren en las actividades que realizan, pero nunca se rompe, están juntos y eso es lo que ambos anhelan al despertar. Nikola se muda a la casa de la playa para poder estar más cerca de Poseidón, aunque su laboratorio le quedara más lejos de lo usual, Göndul sigue siendo su mano derecha cuando se trataba de realizar algún experimento, y Qin Shi Huang sigue visitándolo, aunque en menor frecuencia ya que ahora el emperador vivía en el Helheim.

Como regalo en el aniversario de su deceso, Poseidón le regala un laboratorio más grande que el primero, completamente equipado con todo lo que el científico necesitaba, resguardado celosamente en el interior de su palacio, al cual sólo él podía acceder y, aunque Nikola está embelesado con el obsequio, le pone triste que ni Göndul o Belcebú pudiera conocerlo. No le preocupa, tarde o temprano, el dios cederá a su capricho.

Un año completo transcurre en un pestañeo.

Es uno de esos días en los que Nikola vive en el palacio de Poseidón, la noche anterior el científico había estado ocupado creando un regalo mecánico para el dios, apenas considerando el descanso hasta casi el amanecer, por lo que al despertar, se siente más cansado de lo normal. Su cabello está desordenado de lo necesario y sus ojos se cierran apenas se abren para mirar el entorno. Se sienta en la cama con un gran esfuerzo de voluntad, dispuesto a seguir con los proyectos atrasados, hasta que el brazo del rey lo devuelve junto a él.

—Tengo cosas que hacer. —Nikola pelea para ser soltado—. ¿Tú no haces las labores de un rey?

—No, hoy no.

Nikola resopla, mientras continúa tratando de liberarse porque necesita seguir con su trabajo, Poseidón dormía un par de horas más que él, esas eran suficientes para que el humano diera un gran avance a escondidas.

Molesto por la interrupción de su sueño, y haciendo valer su velocidad, Poseidón se coloca encima de Nikola, aprisionando sus muñecas y dejando ver la ira en sus iris azules. El humano se altera porque todavía no está acostumbrado a ver al dios sin ropa, así que cierra los ojos.

—¿Por qué tanta insistencia en irte? ¿Acaso no disfrutas de mi compañía?

—No es eso, estoy haciendo algo importante en el laboratorio.

—¿Acaso es más importante que yo?

—Claro que no, es sólo que... bueno...—Nikola desvió la cara—. ¿Podrías moverte? No traes ropa, me distraes...

˚✧·𝐀 𝐥𝐚 𝐨𝐫𝐢𝐥𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐫 ·✧˚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora