Bailemos

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No quería salir, era vergonzoso y ridículo, sin mencionar horroroso.

El vestido caía en suaves ondas blancas y terminaba con un bordado plateado con flores. Era el vestido de novia que todo chica soñaría, menos yo. El sólo pensar que me casaría en un mes más me producía nauseas, hacia que la respiración se me cortara y que todo me diera vuelta. Aún seguía un poco enferma, estuve en cama por una enfermedad respiratoria aunque no fue nada grave.

Eso sólo sirvió para que el viejo Miguel volviera.

A veces me preguntaba que pasaba por su cabeza, un día estaba bien y al otro no. No me atrevía a preguntárselo, tal vez fuera demasiado obvio y yo no me diera cuenta y de ser así él nunca me perdonaría el habérselo preguntado.

Di una pequeña vuelta, admirando el vestido y junté valor. Tenía que salir del probador en algún momento de mi vida. Abrí un poco la puerta y las vi allí: Maartu, quien daría el veredicto final, Isa, Mads, Becca, mi madre, Andre, Rosie y Wendy. Todas juntas llenaban el espacio dado para esperar y ver el vestido.

Salí sin mirarlas, no quería ver sus expresiones.

Pero las vi de todas formas, ya que el lugar estaba rodeado de espejos.

—¡Vale, no lo puedo creer! iMirate! —mi madre fue la primera en gritar. Se acercó a mí corriendo y antes de darme cuenta de lo que hacía, el flash de la cámara me cegó. Sacó más de veinte fotos.

Maartu caminó alrededor de mí, examinando cada detalle del vestido mientras Mads me hablaba sobre las combinaciones que podrían hacer con los vestidos de dama de honor. No quería ofenderla ni bajar su ánimo, peor estas cosas me traían sin cuidado. No importaba la tela o el diseño de un vestido, a final de cuentas me casaría igual con Miguel de la misma forma en que lo haría en China que en Francia.

—Este es el indicado —sentenció Maartu. Todas estuvieron de acuerdo. Pidieron mi opinión, no las contradije y les di en el gusto.

Wendy me ayudó a sacarme el vestido sin arrugarlo, y las demás fueron a ver los de dama de honor mientras mi madre pagaba.

—¿En serio te gusta el vestido, Valu? ¿O sólo
dijiste que sí para no probarte otro? —Wendy era muy perceptiva. Reí bajo, dándole a entender que tenía razón.

Negó con la cabeza y su mirada se ensombreció un poco.

—Valeria, yo te quiero tanto como a mis hijos, pero no puedo soportar ver que tú no quieres a Miguel tanto como lo hace él.

Me quedé en silencio con sus palabras, nunca antes me lo había dicho tan directamente. Siempre me decía lo mucho que me quería Miguel y que por favor intentara dejarlo que me conquistara. Pero al parecer su paciencia, o tal vez su tolerancia, habían llegado a cero. Y la comprendía: si mi hijo estuviera enamorado de una idiota como yo, también hablaría con ella.

—Lo siento, Wendy.

—No lo sientas, Valu. Pero si las cosas siguen así y tú crees que nunca cambiarán, será mejor que detengas todo. No creo que Miguel resista otro divorcio.

Estuve a punto de llorar. Recordé cuando Wendy llegó junto a Miguel y Alondra, no traían maletas ni nada. Su padre los había abandonado y Wendy se vio obligada a trabajar.

No dejaría que Rizos reviviera eso.

—Si desde un principio nunca hubiera sentido algo por Miguel, jamás hubiera dicho que sí. Y aquí me tienes, probándome un vestido de novia... —le respondí. Eso no la hizo sonreír, pero al menos dejó de mirarme como si fuera una villana.

Sus palabras me afectaron. Ultimamente me confundía mucho, en especial desde el incidente con Taylor. No dejaba que Miguel conversara demasiado con otras chicas como él no me dejaba acercarme a otros muchachos.

Marry meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora