La normalidad no es para nuestra familia

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II Parte

·26 años·

—¡Papá! —gritó Adam. Movió los brazos con energía y botó un vaso con bebida, derramando todo sobre el mantel nuevo.

—Adam, mira lo que hiciste —le regañó Laura. Era divertido ver cómo Brady se comportaba como un niño al lado de su hijo, haciendo enojar a Laura. Miguel rió conmigo, ocultando su sonrisa detrás de mi cabello, mientras sostenía a Meredith.

—Miguel, detente o botarás a la niña —murmuré, sin mucho convencimiento.

—No le pasará nada.

Y eso era verdad, Mer era la devoción de Miguel, lo daba todo por ella. Y como hoy era su cumpleaños, no la soltaba ni siquiera para ir al baño, quería pasar cada minuto del día a su lado, a pesar de que Mer llorara porque quería caminar y jugar con Adam.

Era extraño estar todos juntos. Al final, Maddy seguía con Landon, Laura casada con Brady ante un impulso, Becca era muy amiga de Tris aunque todo el mundo sabía que había algo más, y Isa, mi querida prima, al final había logrado vencer la timidez y se caso con Mason. Era estupendo saber que mis mejores amigos estaban juntos, todos, y que ahora nos visitaran junto a mis padres y Wendy en el cumpleaños de Meredith.

—¡Papá! —volvió a gritar Adam y esta vez lanzó un pedazo de pastel contra el rostro de Brady.

Miguel estalló en carcajadas, agradeciendo que Mer fuera tan calmada y no una revoltosa como Adam.

—¡Adam Grier! —exclamó Brady. Su grito despertó a Mer, que se había quedado dormida hace poco, y se puso a llorar con ganas. Y Adam la siguió.

—¿Ya ves lo que haces, Brady? —le regañó Tris—. Eres un desconsiderado, haces llorar a tu hijo y a tu sobrina, que mal tío eres.

—No seas tan cruel, Tristan —replicó Nash.

—Pásamela —le dije a Miguel en medio de la pelea. Al principio no quiso, pero terminó por entregármela al ver que Mer no dejaba de llorar.

Meredith se quedó tranquila de inmediato y comenzó a jugar con mi cabello, como siempre hacia cuando la sostenía yo. Acarició mi rostro con sus manos y la besé en la mejilla. Era sorprendente cómo cada vez sus ojos se parecían más a los de Miguel, y su cabello castaño también.

Eran demasiadas coincidencias, e incluso llegué a preguntarle a Miguel si no me había engañado con alguien, porque Mer era su vivo reflejo. Pero siempre él me respondía que jamás se atrevería a mirar a otra mujer cuando estuvo más de la mitad de su vida enamorado de mí. Podrían pasar los años, pero ese lado cursi y romántico de Miguel, me temía, que no se iría jamás. Aunque en parte me alegraba, eso significaba una discusión diaria, y una reconciliación también.

Pero sin duda, lo que más me gustaba, era cuando al final él me decía que no tenía ojos para nadie más porque me amaba demasiado, y también a Mer, y no se atrevería a destruir la felicidad que tanto le costó construir.

Era un romántico sin causa ni solución.

—¡Las velas!—gritó de pronto Andre. Ver a mi hermana pequeña, ya adolescente casi adulta, era divertido, porque aún no podía quitarme de la cabeza esa vez que nos ayudó a mí y a Finn a saber si Miguel estaba celoso.

Extrañaba esos años, pero también estaba emocionada por los que vendrían.

Si ponía a recordar, habíamos cometido demasiadas locuras cuando jóvenes, más jóvenes que ahora. Era una exagerdad e histérica, me arrepiento de haberme comportado tan fría el cumpleaños de Miguel y mostrarme indiferente ante su declaración, me arrepentía demasiado, por eso, trataba de hacer lo mejor para él siempre. Porque le amaba y nunca me había sentido tan segura de algo.

Colocaron las velas en la torta y cántamos el cumpleaños feliz, Mer no parecía emocionada, seguía algo asustada por todas las personas a su alrededor, estaba acostumbrada a mi presencia la mayor parte del día, a Miguel por las tardes cuando llegaba del trabajo y de Nana y Asesino, nuestras mascotas.

Mikey y Adam soplaron las velas por Mer, y Brady estampó el rostro de Miguel en el pastel.

Laura estaba al borde del colapso, Landon y Tris no hacían más que reírse, mientras Mason intentaba limpiar a Miguel.

Dejé a Mer con Adam para que jugara, se llevaban bastante bien y eso no le agradaba para nada a Miguel, consideraba a Adam como una amenaza. Decía que le quitaba tiempo de su hija.

Un padre celoso y esposo también.

Miré a todos mientras comían pastel, y de repente, Miguel me atrapó en sus brazos y me apartó hasta nuestra habitación.

—¿Qué sucede? —inquirí, sentándome en la cama.

—Sabes, no lo hacemos tan mal como padres, ¿no lo crees?

—Pff... tú eres un súper papá, así que supongo que no —sonrió de medio lado y se arrodillo frente a mí. Me besó en los labios, con dulzura y me recordó esa vez en que me besó el día que comenzó todo esta locura. La diferencia, es que la primera vez me obligué a reprimirme por la rabia que sentía, pero ahora, dejé que mis labios respondieran por mí y se fundieran con el aliento de Miguel.

—Estaba pensando... que Mer se podría sentir algo sola... —murmuró contra mi oído cuando nos dejamos de besar.

Lo miré por unos segundos y sonreí como tantas otra veces.

Sabía de lo que estaba hablando.

—Bien, pero que esta vez no se parezca a ti, o de verdad comenzaré a sospechar —el rió por lo bajo y me volvió a besar, esta vez, como si el mundo se fuera a acabar.

Marry meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora