Minseok observaba y casi se le caía la baba mientras Chen se quitaba la camisa levantándosela por el cuerpo y por encima de la cabeza. Todos los músculos del torso se flexionaron con la acción antes de que dejara caer la prenda al suelo.
Dedos ágiles se dirigieron a la solapa de sus pantalones y desabrochó los botones uno a uno. Su mirada salvaje y tumultuosa no abandonó el rostro de Min ni un momento.
Xiumin tragó saliva cuando Jongdae se quitó los pantalones y los calzoncillos. Yacían en el suelo y él se paró delante de Min, desnudo, hermoso. Se metió en la cama y empujó las sábanas y el edredón hasta los pies de la cama. Cruzó las manos detrás de la cabeza y siguió con su mirada ardiente.
Me tienes. Ahora, ¿qué vas hacer conmigo?
«Ay, Dios. Jesusito de mi vida». Xiumin nunca había visto nada como Jongdae, todo piel dorada y pelo revuelto que decía «fóllame», tumbado en la cama, esperándolo.
«Ya he tenido relaciones íntimas con él antes. No tengo por qué estar nervioso».
Habían estado juntos, se habían besado en los labios y en otras partes del cuerpo antes, pero aun así, Minseok se mordisqueó el labio inferior con nerviosismo. Su cuerpo y su espíritu fuertes y poderosos lo atraían. El cuerpo se estremeció. Tenía el pene erecto, listo y, evidentemente, muy ansioso.
Contaba con que me explicaras cómo hacerlo — reconoció Xiumin. Él sacudió la cabeza lentamente.
Desnúdate. Elige tú. Tú tienes el control, Min.
Era un reto, y era un sacrificio para él. Minseok vio sus acciones como lo que eran exactamente y eso hizo que sus ojos se humedecieran con lágrimas contenidas. Jongdae era un hombre de acción, un macho alfa crudo que le dio el control porque quería que se sintiera como si Min fuera el agresor. Aquello iba contra su misma naturaleza y, sin embargo, lo hacía por él.
«Bien, entonces. Puedo hacerlo».
Se levantó la camisa por encima de la cabeza y la dejó caer sobre la creciente pila de ropa en el suelo, sin siquiera mirar para verlo aterrizar en el suelo. Estaba demasiado ocupado observando el rostro de Chen
Joder. Eres precioso. — Su voz sonaba como si la hubieran raspado con una lija.
Mientras los ojos de Jongdae admiraban su pecho descaradamente, Minseok se sintió hermoso, aunque sabía que en realidad no lo era. Su aspecto era corriente como mucho, su figura curvilínea no era aquello por lo que los hombres solían babear. Aun así, su cuerpo volvió a la vida; se le endurecieron los pezones mientras Chen los miraba como si quisiera devorarlos.
Eres todo mío por ahora. — Se deslizó los pantalones cortos y el bóxer por las piernas; deseaba estar con Jongdae más de lo que había deseado nada en toda su vida.
Entonces, tómame — contestó él en tono seductor — Y siempre he sido tuyo.
«Es Chen».
Cuando había estado yendo a terapia, su orientadora le dijo que algún día encontraría a un hombre en quien confiaría con su cuerpo. Jongdae era ese hombre, el único hombre que había conseguido que su cuerpo ardiera en llamas en toda su vida.
Haz conmigo lo que quieras — accedió él, la voz cargada de pasión, la mirada velada pasando a su rostro.
Min gateó desnudo por la cama; no se sentía con tanta autoconfianza como le gustaría. Jongdae era todo hombre, posiblemente más hombre de lo que él podía manejar.