Iba a oscurecer pronto y Chen era preso del pánico. Está bien... es posible que hubiera pasado del pánico directamente a la desesperación.
Había caminado hasta la casa de Minho, donde averiguó que Min había estado allí y se había marchado.
«Minseok sabe toda la historia».
Choi ya le había informado de que le había contado la verdad a Xiumin porque el ya había encontrado el recibo de los anillos y había adivinado la mayor parte del plan de todas formas. Incluso le había cantado las cuarenta a Jongdae por no contárselo antes a Minseok. Suponía que se lo merecía, pero no viniendo de Choi. Preferiría que Min le leyera la cartilla. Sinceramente, solo quería ver a Minseok, aunque se las hiciera pasar canutas.
Kyuhyun había llamado para hacer saber a Dae que ninguno de sus hermanos había oído ni una palabra de Minseok.
Se fue de casa de Choi y volvió corriendo a toda velocidad a la casa de invitados, solo para encontrarla vacía. Llamó a Minho y empezaron un equipo de búsqueda. En realidad, no cabía la posibilidad de que Xiumin estuviera en ningún sitio excepto allí fuera, en las montañas. No había ninguna otra ruta directa de vuelta a la casa de invitados desde la casa de Choi, así que debía de haberse desviado del sendero principal.
En ese momento, el equipo de búsqueda llevaba horas buscándolo y nadie había visto ni rastro de él. Minho despegó en su helicóptero, pero había zonas que no podía ver desde lo alto, zonas de bosques frondosos donde había que buscar a pie. Todos los hermanos de Minho estaban buscando, y Jongdae sabía por el mapa que le había dado Minho que debía de estar cerca del final de la zona que le había sido asignada. Cuando llegara al borde del cañón, bajaría a la única entrada del cañón y volvería.
Gritaba el nombre de Minseok mientras apartaba ramas de los árboles. Se le paró el corazón mientras esperaba una respuesta. Lo único que había oído hasta ese momento era... silencio.
Choi había jurado que Xiumin parecía estar bien para cuando se fue de su casa, diciendo que necesitaba un paseo a solas para pensar. Dae esperaba que no estuviera pensando en cómo escapar de su matrimonio.
«Lo siento, cariño. Lo siento tanto. Contéstame».
Sus emociones se columpiaban desde el miedo al arrepentimiento y al enfado porque hubiera dejado el camino principal y se hubiera puesto en peligro. Algo andaba mal; lo presentía. Era casi como si sus emociones estuvieran ligadas a las de Minseok, y el instinto le decía que no estaba simplemente sentado en algún lugar pensando en su relación. Era más sensato que como para salirse del camino trillado después de oscurecer. No había llevado material: ni linterna ni su teléfono móvil siquiera. Lo había encontrado apoyado en el armario de la cocina, enchufado y cargado.
«¡Maldita sea!».
Minho había dicho que ni siquiera tenía agua y había sido una tarde excepcionalmente calurosa en Daegu. Se secó el sudor de la cara con la camiseta, que ya estaba mugrienta. Si estaba herido o atrapado en algún lugar, probablemente ni siquiera podía llegar a una fuente de agua.
Tenía la voz ronca mientras seguía llamándolo y viendo cómo se desdibujaba el sol tras las montañas. Abriéndose paso a empujones entre más ramas, finalmente llegó a un claro y pudo ver la otra pared del cañón frente a él. Se acercó al borde y estudió la pared, casi vertical, hasta el fondo. Era un cañón largo y ancho, y no podría haber ido más lejos. Solo había una entrada, así que Minho dijo que la mejor ruta era tomar el camino largo por la pendiente, encontrar la entrada y volver atrás. Era improbable que Min fuera al resto de zonas circundantes porque se trataba de terreno agreste.