Y al final fui yo la que cedió, James me acompañaria hasta casa. Recogí mi chaqueta y bolso del guarda ropas y abandone la sala donde estábamos mis acompañantes de aquella noche, fui sin decir adiós pero se que nadie me buscaría que nadie se daría cuenta de que no volvería con ellos. James me esperaba con la chaqueta del traje puesto y la cazadora entre menos, apoyado en la pared. Aún se veía más guapo con la chaqueta del traje puesta no pude evitar desviar la mirada y morderme el labio. No se que me estaba pasando aquella noche.
- ¿Y si mejor esperamos a que habrán el tren? Tan sólo queda una hora.
- Ah no, me has convencido para irme contigo en taxi, no me vas a convencer de esperar a las 6.
- Vale, vale. No esperaremos.
Bajamos las escaleras en silencio, el me proponia bajar en ascensor pero contando con que soy claustrofóbica tampoco quería estar en un sitio demasiado cerrado con él y con esa electricidad entre los dos. Tuvimos que bajar esquivando a parejas liandose, a otros tantos borrachos que apenas sabian su nombre. Pero al final logramos llegar a la salida, el segurata tan educado nos sujetó la puerta y nos deseo un buen año y una buena noche. La ciudad de Madrid se cubría bajo la noche, las luces navideñas estaban apagadas, sólo había la iluminación de las farolas, las calles estaban medio solitarias las personas que iban pocas iban en condiciones de recordar su nombre y menos de como regresar a casa. Aún que llevaba la chaqueta hasta arriba aún sentía el frío. Aquella gabardina no quitaba el frío de verdad.
- ¿Quieres mi abrigo?
- No, seguro que también tienes frío. - Lo dije intentando no temblar mucho
- Toma anda. - Me puso el abrigo por los hombros y no tuve otra opción que ponerme el abrigo en condiciones.
Olía a vainilla, olía a él. Y quería que ese olor se clavara a mi cuerpo, quería que su olor marcará mis días y fuera el perfume de mi vida. Tras ese gesto tuve el impulso de acercarme a él, de romper aquella barrera entre los dos. Durante las uvas habia prometido romper con mi antigua yo y quizás para romper esa relación debía de empezar por enamorarme. Le vi de reojo, como tantas veces había hecho en las clases. Él sonreía y todos los músculos de su cara se relajaban, y parecía que se mostraba como el realmente era, como un niño pequeño que vive todo con ilusión que disfruta sin preocupación, pero sin embargo no era si, se podría mostrar tranquilo y relajado, pero en realidad tenía por dentro la presión de exámenes de notas y seguramente que algún problema más que se escapaba de mis manos. Y entonces, se rió, note su carcajada intentando ser silenciosa.
- ¿De que te ríes?
- Nada. Cosas
- Bien. Vale
- Me rió de nosotros.
- Si ahora mismo tenemos una pinta, seguro que terminando siendo los protagonistas de algún mal chiste.
- No me estoy riendo de tu y yo ahora, si no que hemos pasado de ser idiotas que nos mirábamos esquivando la mirada del otro en clase y ahora vamos caminando a coger un taxi para regresar a casa.
- Las cosas cambian... a demás yo no te he mirado en clase.
- No a esta rapidez. Si lo hacías del mismo modo que yo lo hacía. Cuando no mirabas, cuando tomabas apuntes, salías a la pizarra, o cuando te sentabas delante mía. -Nuestros pasos se detuvieron, podíamos ver la plaza de sol al final de la calle, estábamos quietos, uno enfrete del otro, su ojos marrones buscaban los míos, su firme mirada encontraba la mía, asustada. - Me daban tantísimas ganas de estirar de uno de tus rizos, sólo para ver como te girabas y nos miraramos por fin. Pero más me gustaba verte cuando te tocaba salir a la pizarra en inglés, podía seguirte desde tu asiento a la pizarra y luego volver. Y me gustaba porque te sonrojabas. -Volvió a sonreír, una sonrisa lateral, más alta la parte derecha que la izquierda. Y rozó con su pulgar mi mejilla izquierda. -justamente como te sonrojas ahora mismo.
Mi corazón se agitaba y mi mente sólo susurraba una cosa "no quieras alejar tu piel de la mía, no podría vivir si la separas".
- No dejes de hacerlo. -Susurre casi inconscientes.
- ¿Qué no deje de hacer el que?
Y entonces como tanto tiempo llevaba esperando sus ojos marrones intensos se cruzaron en la misma dirección que lo míos. Nuestras miradas de fusionaron, y el resto del mundo desapareció, depositó su otra mano en mi mejilla, sus manos eran tan grandes que abarcaban todo mi rostro, a la vez eran cálidas. Quise sentirle más cerca, quise acercarme a él, pero no lo hice simplemente le mire y se que le dije todo lo que llevaba callando, se que le grité sin decir palabra que le amaba, le ame y en presente le estoy amando.
- No dejes de hacer lo que estas haciendo.
- ¿Mirarte? ¿Acariciar tus mejillas?
Y seguidamente, apartó la mirada y dejó caer sus manos. Pero esta vez me deje llevar, como si tuviera el derecho y la libertad de coger su mano y enredar mis dedos con los suyos. Toque su rostro y le encamine a que me mirará.
- Mirame, quiero que lo hagas. Tocame. -Enmudeci mis labios. - Simplemente haz que me enamore de ti hasta que me olvide de mi.
Con su mano libre me rodeó la cintura me obligó a acercarme a el, me sacaba una cabeza, aun que ahora eran sólo centímetros por mis zapatos. Nuestras manos se separaron, la suya se juntó con la que ya estaba en mi cintura y las mías buscaban espacio en su cuerpo, una lo encontró en el hombro y la otra detrás de su espalda, apoye la cabeza en su hombro cerca de su cuello. Olía a vainilla y otro olor más masculino e intenso. Él no lo sabía en aquel momento, pero yo ya estaba perdida y el me encontraba, él no lo sabía pero yo ya era suya. Quería serlo y lo sería. Sus labios buscaron mi mejilla y depositaron un beso. Cerré los ojos y me apreté a él como si fuera mi única salvación. -No te puedes hacer la idea de cuanto tiempo llevo esperando esto, delegada. -Susurro cerca de mi oído y luego me abrazó más fuerte.
-El mismo tiempo que yo, desde septiembre.
Cuando retomamos nuestro camino para llegar a Sol, sólo quedaban unos minutos para que fueran las seis de la mañana. El tren estaría a punto de abrir las puertas. El me cogía de la mano y lo hacía con fuerza. Yo, como una niña que mira como vuela su globo de helio por el cielo, miraba la union de nuestras manos pues por ellas estabamos unidos los dos. Ahora mismo no sabíamos que eramos. Tanto James como yo sólo sabíamos una cosa: algo entre los dos había cambiado.
-¿Sigues pensado en irnos en un taxi o cogemos la RENFE?
- Tardamos mas por el tren así que elijo el tren.
Una sonrisa volvió a aparecer en su rostro. La estación de tren empezaba a cobrar vida y más gente que había salido de tiempo se aglomeraban en las puertas para entrar. James me rodeó y me acercó más a él. Algo que agradecí.
Una vez en el tren tuvimos la suerte de coger un sitio para los dos. Apoyé mi cabeza en su hombro y si por mi dependiera me dejaría dormir, el abrazaba mi cuerpo y paseaba varias veces su mano por un mismo lugar.
Tras el viaje en tren y metro apenas sentía el cuerpo y las piernas. James se había empeñado en acompañarme hasta casa, a el le tocaría volver a coger el metro para regresar a su barrio, aun que eramos de la misma ciudad, el vivía en el lado más norte y yo en el más sur. La distancia entre los barrios era bastante. Llegamos a la puerta de casa y nos volvimos a abrazar, yo ya ni me daba cuenta de que hacíamos por culpa del cansancio. Volvió a besarme la mejilla y yo le agradecí la noche entera.
-Hablaremos por Whatsapp cuando nos despertamos.
-El que primero se despierte abre conversación
- De acuerdo. - Y volvió a acariciarme la mejilla.
-Buenas noches-días. -Dije bostezando
-Igualmente.
Se que se quedó quieto hasta que entre en la puerta de casa y la puerta se cerrará. Quizás al despertarme me arrepentia pero ahora me sentía de una nube de la cual no me quería bajar. Para subir las escaleras me quite los zapatos y cuando fui a bajar la cremallera del vestido me di cuenta de que aun llevaba su abrigo. Quizás devolverselo era motivo para volver a vernos antes de volver a clase. Me puse el pijama y me volví a poner el abrigo antes de meterme en la cama. Quería que su aroma fuera el perfume de mis sueños.
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Siete años.
Romance¿Caprichos del destino? Si. A veces nos olvidamos que somos solo personas que giran al son de la Tierra. Que a veces tenemos demasiadas cosas en nuestra mente que se nos olvida que tenemos un destino y hasta que llegamos a el pasamos un periodo llam...