Capítulo 3: La furia de los hijos de Adán

145 9 0
                                    

La guerra comenzó en Atlas, la primera guerra que la humanidad librará fuera de su galaxia, era una guerra necesaria para poder afianzar su dominio sobre su nuevo hogar y echar  raíces que fueran lo suficientemente firmes para soportar el futuro de su raza. El Comandante Kamil desecho la idea de grandes bombardeos orbitales de la flota con misiles nucleares o los cañones de plasma de las naves, el planeta debía permanecer intacto tanto como se pudiera.

La primera ciudad de los humanos estaba en plena construcción, la llamaron Nova Spes, (nueva esperanza en Latín), la ciudad se estaba construyendo sobre una meseta de 300 metros de altura, que tenía una superficie de 45 km². La ciudad estaba protegida por los acantilados de la meseta, se escogió ya que era más fácil de defender y se podía construir el puesto espacial en la misma meseta. Mientras que a unos 15 kilómetros de distancia,  la primera Legión Cazadores, compuesta por 100.000 legionarios, tenia  la misión de destruir una Colonia de los Abrelatas¹, apoyadas por 10 compañías blindadas, las cuales por las características de este combate realizaban el apoyo de cobertura. Como las ciudades de los abrelatas son subterráneas, solo pueden dar apoyo cuando las criaturas traten de huir o en su defecto los legionarios fueran aniquilados y las criaturas salieran a tomar más aperitivos.

Por ordenes del coronel del regimiento, la compañía de Lucio seria la primera en adentrarse en los túneles de las criaturas, ellos serían quienes las enfrentarían y marcarían el camino a las demás compañías.

Lucio estaba frente a sus hombres, sabía que el trabajo que debían realizar no era fácil, ni física ni mentalmente y trato de motivarlos.

 - Bien, estamos a portas de entrar al Hades camaradas. Pero somos legionarios, orgullosos miembros de la Primera Legión Cazadores, y hoy honraremos ese nombre, porque saldremos de caza y cazaremos demonios en la oscuridad. Hoy entraremos en las tinieblas y saldremos a la luz como quien vuelve a nacer más fuertes y más gloriosos, por que hoy demostraremos el por qué nos hacemos llamar cazadores. ¡¡Adelante por la Legión y por nuestro futuro!!.

Con estas palabras, Lucio dio la orden a sus hombres de adentrarse a la boca del lobo, pero ellos no eran corderos indefensos ellos eran avispas que matarían al lobo desde dentro.

El Sargento Rómulo, fue el primero en entrar junto a su mermado pelotón, él quería algo más que gloria, el buscaba el dulce sabor de la venganza. Bajaron sus visores y activaron la visión infrarroja, las luces de su armadura también se encendieron en modo infrarrojo, avanzaron por el túnel que decendía a las profundidades.

- Manténgase alertas y ante cualquier señal disparen con todo, esos bichos son resistentes, - Dijo el Sargento Rómulo.

No paso mucho tiempo hasta toparse con el primer insecto que cargo de frente en cuanto los detectó. El túnel era pequeño y solo cabían dos o tres personas caminado juntas, los insectos no podían abrumar a los atacantes con sus números y fueron cayendo uno a uno, las horas fueron pasando y aunque los legionarios llevaban la ventaja por equipamiento y entrenamiento, la tenacidad de los insectos era algo para no tomar a la ligera y muchos legionarios fueron cayendo ante las trampas y tácticas de estos seres que eran más inteligentes de lo que parecían.

Rómulo estaba cansado, incluso al portar su armadura que le otorgaba mayor agilidad, fuerza y resistencia, abrirse paso por los túneles esta resultando ser en extremo agotador, cada cierto tiempo los túneles se abrían en grandes galerías donde los combates se volvían bastante crudos, muchas veces terminó golpeando con la culata o la bayoneta a los insectos. Había perdido dos hombres, más uno en cada galería que habían pasado, se encontraban en la tercera galería que era más grande que las demás y tenía varios túneles que bajaban más profundo en la tierra.

- !Sigan disparando, no cedan terreno, ¡acaben a estos malditos! - gritaba el sargento a sus hombres tratando de darles energías. Pero seguían saliendo más y más. Un cabo fue alcanzado por una de las bestias que incrustó una de sus garras en el visor del pobre diablo destrozando su cráneo. Sólo quedaba Rómulo y dos soldados, parecía que ese sería su fin. Cuando de repente, apareció desde el túnel por donde habían entrado, un pelotón al completo con un Volkanus² lanzado llamas a las criaturas, que chillaban horrible al ser incineradas.

Camino a la desolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora