EL EMBARAZO

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2 meses después.

La noticia del embarazo llegó a los oídos del rey más pronto de lo esperado, a los dos días de saberlo el médico real se encontraba nuevamente en palacio para asegurarse de que fuera cierto y no simples especulaciones, al final si era cierto, lo estaba, pero tenía la ligera sospecha de que aquel fruto en mi vientre no era del rey Peur, sino del príncipe Eduardo, aún así preferí callar.

—¿Cómo te sientes?— Francisca había estado cumpliendo con su deber, el cual era ayudarme. Increíblemente siempre tenía el increíble deseo de estar comiendo queso, por lo que Francisca siempre tenía que andar con un pedazo guardado.

¿Cómo me sentía?, pues a decir verdad, estos dos últimos meses, el rey Peur había cumplido su palabra la cual era no volver a tocarme, y el príncipe Eduardo no había vuelto desde aquel día, dada la situación cualquier persona pensaría que estoy bien y que todo estaba en orden. Pero la verdad era otra, me sentía vacía, sucia, e incapaz de ser amada.

—Me siento bien— Mentí, quizás era porque pensaba que si otra persona se lo creía yo también podría hacerlo.

—Es bueno saberlo, ¿Ya has pensado que harás?

—¿A qué te refieres?

—¿Te quedarás con él bebé dentro del palacio o lo dejarás aquí y elegirás tu libertad?— La pregunta de Francisca me tomó por sorpresa, pero era algo que simplemente no había pensando, es que ni siquiera estaba segura que era lo que sentía por el bebé que estaba creciendo en mi vientre, había sido el motivo de mi llegada aquí.

—No lo sé— Me límite a responder, no podría decir que lo amaba, porque aunque que sé que nada de lo que me había pasado era su culpa, esa parte maternal aún no había nacido en mi, lo cuál es irónico porque mi sueño había sido tener un gran esposo y formar una familia.

Nos encontrábamos dando un paseo en el jardín en la parte trasera del palacio, hacia un buen día, y a diferencia de los últimos días, hoy me sentía de mejor ánimo, lastima que las cosas buenas a veces duran tan poco.

—Con permiso, su majestad el rey Peur ha llegado y desea verlas a ambas— El mismo guardia real que habían enviado para anunciarnos su llegada, nos encamino hasta el salón principal, mi corazón salto cuando vi que a su derecha que se encontraba el principe Eduardo, había perdido el ojo, y me hizo recordar sus palabras.

« Me las vas a pagar pequeña cualquiera, lo juro »

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, y la sonrisa que poseía y la mirada que el rey tenía, me confirmaba que algo malo estaba a punto de suceder.

—¿A caso creíste que no me daría cuenta de tu insolencia?, sabia que no servías para nada, pero no creí que fueras capaz de poder insinuarte a mi propio primo, el principe.

—Eso no fue lo que sucedió su...— Sus pasos aproximándose a mi con firmeza hacia mi dirección, para luego propinarme una bofetada, fue algo que ni Francisca ni yo hubiéramos esperado, con excepción del principe que parecía ser el único que disfrutaba lo que estaba sucediendo.

—¡No te he ordenado que hables insolente!, al menos tú compañera si tuvo la decencia de notificarme el suceso, por lo visto solo la señorita Francisca le tiene respeto a su rey.

No podía creer lo que estaba escuchando.

—No es problema su majestad— La voz de Francisca, fue semejante a un balde de agua fría.

El alma pareció haber salido de mi cuerpo, estaba completamente atónita en mi lugar.

—Dando de que no se sabe si el bébé que esperas es mío o un bastardo, aún así lo tomaré como heredero. Solo espero que a partir de ahora mida sus pasos señorita Marie Beau, un próximo error y no me importara decapitarla delante de todo el reino.

LA VENGANZA DE LA REINA DE HOFFENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora