Los días habían ido avanzado y quisiera decir que me había acostumbrado pero sería una absurda mentira, nos habían dicho que una sería la elegida por el rey y la otra estaría para ayudar y servir únicamente a progenitora del heredero a la corona, pero la verdad es que más bien sería una segunda opción en caso de que la primera no sirva, era joven pero no era tan ilusa de no saber como se manejaban las cosas.
—¿Ya estás lista?— La voz de Francisca se escuchó al otro lado de la habitación.
Nos habíamos vuelto algo cercanas durante estos días, a ella la idea no le desagradaba tanto como a mi, decía que era nuestro propósito servir y obedecer a nuestros monarcas, yo por otro lado no había dejado de llorar todas las noches deseando que el rey no me eligiese a mi, deseando que mi padre no me hubiera vendido y que todo fuera producto de solo un mal sueño.
—Ya casi.
Nos estábamos arreglando, un médico real certificaría nuestra castidad y asegurar que estamos lo suficientemente sanas para poder concebir al futuro heredero, y más tarde asistiríamos a una especie prueba la cual no sabía en que se basaba.
—Te ves hermosa— La voz de Francisca adentrándose en la habitación hizo que dejara de observar mi reflejo frente al espejo.
Me habían entregado un vestido color crema con pequeñas perlas al rededor de mangas y escoté, el corsé me estaba matando, no entendía como Francisca podía estar de lo más normal, yo sentía que con tantas cosas encima me faltaba la respiración.
Un toque en la puerta nos sobresaltó, era un guardia real.
—Adelante.
—Señoritas necesito que me acompañen.
Nos encaminamos juntas con el guardia por algunos pasillos del palacio, hasta detenernos en un frente a una enorme puerta custodiada por guardias a cada lado.—La puerta se abrió y el guardia que nos acompañaba, anunció nuestra llegada—
—La señorita Marie Beau y la señorita Francisca han llegado.
Había un señor señor de baja estatura y, de cabellera grisácea que cargaba un pequeño maletín a su costado izquierdo. A su lado se encontraba una mujer que parecía ser su ayudante, el primo de su majestad se encontraba a la derecha de estos.
Nos encontrábamos en una especie de alcoba específica para los procedimientos médicos reales, la habitación se dividía en dos partes una de estas estaba rodeada por una enorme cortina que no permitía ver el interior.
—Pasarán por separado para revisadas por el médico, y asegurarnos de que cuentan con la suficiente salud para traer al mundo al futuro Rey de esta nación, Francisca Lugdenbor usted pasará primero.
Así fue, Francisca entró primero, los minutos se me hicieron eternos y las manos no paraban de sudarme, quizás producto de mis nervios internos. Todo lo que estaba sucediendo estos días me parecía tan irreal.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que me estaban llamando para que entrara. Era mi turno.
—Tranquila no es tan malo como parece— La voz de Francisca tratando de calmar mis nervios, parecía tan lejana, igual a la vida que yo solía tener.
Lo que había detrás de las cortinas no era más que una cama en el medio de dos grandes ventanales con una pequeña mesa de madera a la izquierda, tenía un recipiente con agua un rollo de toalla al lado.
—Buenos días, soy el señor Balthazar, mejor conocido por ser el médico de la familia real, a continuación le pediré que se recueste un momento, y flexioné las piernas rodillas arriba.
Hice lo que me índico, la verdad es que me sentía sumamente incómoda, tenía a tres personas totalmente desconocidas observando en el interior entre mis piernas.
—Esto quizás le duela un poco— advirtió y al instante en que sus dedos se deslizaron en el interior de mi feminidad comprendí la advertencia.
Un pequeño grito se me escapó, junto con varias lágrimas que comenzaban a salir, apreté las sábanas lo más que pude intentando aguantar. Mientras todo eso ocurría no pude evitar notar la mirada de perversidad que había en el rostro del primo de su majestad.
—Todo está en perfectas condiciones—Se lavó y secó las manos con las cosas que se encontraban en la mesita de madera.
Entre todas las experiencias más horribles que me había pasado en la vida, esa ocupaba el segundo lugar, el primer fue ver cómo mi madre moría.
***
Las horas habían ido pasando con bastante ligereza, lo que significaba que el momento de saber quién sería la "maravillosa afortunada" estaba cerca.Nos mantenían encerradas en nuestra habitaciones, nos hicieron vestir únicamente con un vestido, si acaso se le puede llamar así, para mi era más bien una especie túnica transparente, que no dejaba nada a la imaginación.
El momento había llegado, nos encaminaron por un largo pasillo, luego subimos por unas escaleras, en todo ese camino solo podía escuchar los propios latidos de mi corazón, quería correr y escapar y arriesgarme a una posible condena a muerte, creo que eso hubiera sido mejor que vivir todo lo que estaba ocurriendo. Los guardias nos dejaron en la entrada de una enorme puerta.
—¿Estás lista?— La pregunta de Francisca, me hizo caer en cuenta de que ella también estaba asustada.
—No, pero imagino que no tenemos opción.
—Todo estará bien, estamos juntas en esto— Y aunque quise encontrar calma en sus palabras, me fue imposible.
Entramos y para mi sorpresa solo estaban nuestros monarcas en la habitación. La mirada de la reina fue totalmente indiferente, todo lo contrario a la de su esposo, esta reflejaba el deseo, y la lujuria en su mayor expresión.
—Desvístanse— La orden proveniente de nuestra soberana nos tomó desprevenidas, pero acatamos su mandato.
La túnica que cubría nuestro cuerpo cayó sobre nuestros pies, dejando al descubierto nuestra completa desnudez, ambos empezaron a pasearse por nuestro al rededor, examinando cada detalle de nuestro cuerpo.
—Ya tomé mi decisión.
Si existía un Dios, empecé a rogarle que escuchara las plegarias de mi corazón.
—Señorita Francisca... usted puede retirarse.
Mi alma salió de mi cuerpo y volvió entrar, creo que en mis ojos se reflejaron mi sentir, porque Francisca entendió claramente lo que pasaba por mi mente, su mirada reflejaba la impotencia de no poder hacer nada para ayudarme.
—Felicitaciones Marie Beau Firchiel, serás la elegida para concebir el futuro heredero de este reino.
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LA VENGANZA DE LA REINA DE HOFFEN
Narrativa StoricaMarie, la joven que pasó de ser una simple plebeya a gobernar uno de los reinos más poderosos de su época, el reino de Hoffen, con el fin de cobrar venganza a todos aquellos le hicieron daño y que de ella se burlaron. ¿Podrá Marie cobrar su venganz...