¿𝙇𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙧𝙤𝙙𝙚𝙖𝙙𝙤𝙧𝙚𝙨? ¿𝙐𝙣 𝙜𝙞𝙧𝙖𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤𝙨? ¿𝘿𝙚 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙 𝙘𝙧𝙚í𝙖𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙞𝙗𝙖 𝙖 𝙨𝙖𝙡𝙞𝙧 𝙗𝙞𝙚𝙣?
"-Señores Weasley y Potter, señorita Granger, no veo por qué no pueden comportarse y ser pacientes o decirlo ya, si...
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James Potter no podía apartar la mirada de la pelirroja y el chaval que se parecía tanto a él. Había aprovechado el tiempo en el que McGonagall buscaba a Dumbledore —el cual todavía no había aparecido— para hablar con él y saber por fin lo que le rondaba en la cabeza desde que habían llegado. La contestación fue afirmativa.
Su hijo. Tenía un hijo.
Lo había abrazado, riendo y bromeando sobre que esperaba comportarse más responsable como padre de lo que lo era en ese momento. Antes de separarse, Harry había apretado el abrazo, sin querer dejarlo ir, y se lo permitió porque algo dentro de él se rompió y se volvió a recomponer con aquel gesto.
Lo comenzó a querer casi de inmediato.
Era loco pensar que se había levantado esa mañana sin siquiera novia, y en ese instante su hijo estaba frente a él con edad similar a la suya. Pero no había sido una sensación irreal lo que traspasó su pecho, pues en lo más profundo de su ser entendía que la situación era como debía ser, era perfecta. Harry estaba a salvo, y se había convertido en lo más preciado de su vida en pocos minutos.
Mientras seguían pegados, James alcanzó a ver las sonrisas de Lunático, Colagusano y Canuto. No supo cuánto tiempo se habían quedado así, pero al separarse y ver las lágrimas en el rostro de Harry sintió que el corazón se le paraba un instante. Para hacerlo reír, le aseguró que no le castigaría jamás si le respondía a dos preguntas.
Así supo que, como había pensado desde que era un crío, su hijo tenía de segundo nombre el suyo propio. Harry James Potter sonaba muy profesional, si le preguntaban.
Sin embargo, Harry no quiso decir quién era su madre. Así que James le dijo que ya no iba a poder agarrar una escoba nunca más.
Pero no se iba a rendir. Además, la forma protectora en la que su hijo miraba a Aneesa cuando esta estaba haciendo el té era demasiado íntima, demasiado cercana.
Casi se podía ver a sí mismo cruzando los dedos.
Ambos se hallaban sentados en las cocinas de Hogwarts, esperando cada uno su propio té. Aneesa les había dejado claro que prefería hacerlo sola que encontrar más de un vaso roto en el suelo, lo cual era una gran exageración, si le preguntaban a él. De todas formas, decidió hacer lo que se le dijo.
