¿𝙇𝙤𝙨 𝙢𝙚𝙧𝙤𝙙𝙚𝙖𝙙𝙤𝙧𝙚𝙨? ¿𝙐𝙣 𝙜𝙞𝙧𝙖𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤𝙨? ¿𝘿𝙚 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙 𝙘𝙧𝙚í𝙖𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙞𝙗𝙖 𝙖 𝙨𝙖𝙡𝙞𝙧 𝙗𝙞𝙚𝙣?
"-Señores Weasley y Potter, señorita Granger, no veo por qué no pueden comportarse y ser pacientes o decirlo ya, si...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aviso: este capítulo estará ambientado en la verdadera época de los personajes principales. Seguirá los pedacitos de historia que se han ido añadiendo al final de los capítulos anteriores.
Es importante para que entendáis por qué algunos personajes actúan de cierto modo.
Dicho esto, espero que os guste.
Aneesa llegó al castigo, tras haber pasado los dos días anteriores maldiciendo a Potter por ser tan infantil. Ahora comprendía el odio que Severus tenía hacía ese sujeto.
¿Hacerle pensar a McGonagall que había sido su compinche en la broma?
Agh. Lo mataría.
Estaba castigada. Por segunda vez.
Suerte que no tenía que dar explicaciones a ninguna figura parental.
La profesora y Potter ya estaban en la sala de trofeos. Ambos se giraron a mirarla cuando entró. La sonrisa de suficiencia del azabache le producía instintos depredadores en su interior.
Regulus se había ocupado de reírse de ella e insultar al merodeador de forma alternativa durante el periodo anterior a ese instante. Había hecho a Aneesa objeto de burla de los Slytherin, quienes, a su vez, habían aumentado el rencor hacia Potter.
McGonagall fue breve y precisa explicando lo que debían limpiar, además de indicarles que le dieran las varitas lo antes posible.
Con los puños apretados, fijó su ira en el chico en cuanto vio a la mujer marcharse.
No podía pensar con claridad, no tenía fuerzas para salir de ese estado lleno de furia. Deseaba hacerlo sufrir, borrarle de la cara esa expresión socarrona que la estaba sacando de quicio.
No había tenido el gran descontento de conversar con él antes de esos pasados siete días, en la discusión del pasillo, y pedía al universo con desesperación que su vida volviera a no tener nada que ver con él.
Aquello pasaría en pocos meses. No obstante, en el momento en el que su deseo se cumpliría, se arrepentiría de haber querido alejarlo de su lado.
Pero ahí, en la sala de trofeos, con el enfado gritando por todo su cuerpo y la mirada burlona del azabache, lo único en lo que pensaba era en golpearlo.
