CAPITULO 9

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—Solo quiero el burrito. —Jisoo señaló el plato de tortillas que Taehyung había calentado.

—Yo quiero el burrito y los aguacates. No el pescado. —Rosé miró hacia arriba desde donde estaba colocando la mesa, la última vez que Taehyung la había visto, él tenía tres tenedores, pero ella estaba "ayudando".

—Te gustó esta cena la semana pasada. —Taehyung trató de mantener su voz pareja.

—Eso fue la semana pasada. —Jisoo continuó arrugando la nariz.

—Me gustaron los burritos. —Rosé se puso dos tazas de agua.

—No puedes comer solo tortillas —dijo Taehyung razonablemente. Dios, sonaba como un padre. Pero había sido un largo lunes en el campamento de día, seguido de una larga noche cocinando para niñas que aparentemente solo iban a comer la parte de la comida que había tardado veinte segundos en prepararse.

—Vaya. Huele increíble aquí. —Seokjin entró, con todo el aspecto oficial de su uniforme, y simplemente así, todo el trabajo de Taehyung valió la pena.

—Huele a pescado —le corrigió Jisoo—. No comeré eso. Es baboso...

—Tomarás un bocado. —Seokjin le dio un abrazo a cada niña—. Taehyung trabajó mucho en esta cena. La probarán.

—¡Baba! —protestó Rosé.

—¿Se han lavado las manos niñas? —preguntó Seokjin.

—Tal vez —dijo Rosé mientras Jisoo mascullaba.

—No realmente.

—Vayan y hagan eso, y yo ayudaré a Taehyung con los platos. —Dio la vuelta a la isla para pararse justo al lado de Taehyung, agarrando la pila de platos con sus grandes manos capaces.

Las mismas manos que se habían agarrado a las caderas de Taehyung... Para con eso. Habían pasado un par de días. Unos pocos días incómodos. Ya debería haber superado sus recuerdos de la noche del viernes. Pero Seokjin olía tan bien parado junto a él y parecía tan dominante en su uniforme que era difícil recordar que se suponía que estaba poniendo su lujuria en un segundo plano. Pondría la pelota en la cancha de Seokjin, sabiendo muy bien que Seokjin podría no querer jugar nunca, porque presionar al tipo para tener sexo no era su estilo. Pero maldita sea, había estado tan cerca de correrse con los jeans puestos.

Y había pasado los últimos días pateándose mentalmente por mencionar siquiera ir al piso de arriba. Debería haber sabido que eso desencadenaría algún tipo de avalancha de culpa para Seokjin. Y, francamente, Taehyung no quería particularmente follar en la habitación que Seokjin compartió con su esposo, la cual estaba llena de recuerdos felices, pero al mismo tiempo todo en lo que había podido pensar era en la necesidad de desnudar a Seokjin.

—Esto se ve realmente delicioso. —Seokjin tomó un trozo de pescado del plato mientras montaba los tacos para las chicas.

—En realidad solo se trata de preparar las cosas para ensamblar. —Taehyung sabía que estaba sonrojándose por el elogio.

—Bueno, lo aprecio. —Las mejillas de Seokjin estaban más oscuras que de costumbre. Síp. Todavía estaba viviendo en La Villa Incomodidad—. Hice mucho ejercicio antes, así que estoy muriendo de hambre.

—Qué suerte tienes. —Taehyung no había logrado tener un buen entrenamiento en días, entre el trabajo y las chicas.

—Sal a correr después de la cena. El tiempo está lo suficientemente fresco. Puedes usar mis pesas después si quieres. Me ocuparé de los baños y la hora de acostarlas.

—Gracias. —Dios. Esto era tan malditamente doméstico. Encantador, de verdad, pero ¿por qué Seokjin no podía ver su potencial como pareja?

Demonios, incluso una aventura, Taehyung no necesitaba un para siempre. Pero podrían ser buenos juntos. Ese pensamiento lo llevó a través de la cena mientras las chicas compartían historias sobre el campamento de día y Seokjin parecía genuinamente interesado en el día de Taehyung. No era solo que quería meterse en los pantalones de uniforme color caqui de Seokjin, que sí, sí, absolutamente lo quería, le gustaba pasar el rato con el hombre de una manera que no le había pasado con los enamorados del pasado que eran todo sobre sexo y nada de sustancia. Mientras golpeaba la acera con su lista de reproducción favorita a todo volumen en sus oídos, trató de convencerse de superarlo.

ROMPECABEZAS (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora