4. Limón en la herida

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Los lugares de atención médica tienen un particular olor a químicos y objetos quirúrgicos a los que uno no termina de acostumbrarse. El látex y el olor a desinfectante barato eran los más presentes dentro del consultorio, pero la relación entre Kenny y el material de sanación era más estrecha de lo que él hubiese querido.

—Suerte que no perdiste el ojo, hijo —dijo el doctor dejando sobre una charola unas pinzas que sostenían un algodón con liquido fluorescente— Solo fue una abrasión.

Suerte, suerte. Todo siempre es suerte.

Kenny, acostado sobre la mesa de exploración, lo miró con confusión y con un solo ojo, pues el izquierdo había recibido el impacto de la bala de goma, por lo que el chico lo había cubierto con su mano por la luz que le jodía.

—Básicamente tienes una pequeña rasgadura en la córnea —pronto el doctor se acercó a uno de los cajones y rebuscó entre las cosas que tenía allí para luego sacar un pequeño botecito con gotero—. Vamos a ponerte estas gotas, tendrás que ponértelas todas las mañanas y noches. No te preocupes, en una semana estarás como nuevo.

Después de aplicar las gotas Kenny sintió que su ojo se quemaba, al menos era mejor que sentir todo su cuerpo arder en brazas. Luego el doctor siguió con la curación, poniéndole unos vendajes en el ojo a manera de parche.

—Míralo por el lado bueno. Ahora eres un pirata. ¡Argh!~ —dijo el hombre mientras el rubio le miraba indiferente— A los niños les gustan los piratas ¿No? Vamos, ríete.

Después de escribir un par de cosas más el hombre le entregó los papeles pertinentes al chico. Una vez terminada la consulta el Doctor casi echó a patadas a Kenny del consultorio.

Cuando el rubio salió expresó sorpresa con su único ojo al ver a Tammy sentada en la sala de espera. Se había quitado la peluca y tenía cierta cara de angustia. Lástima que lo único que deseara Kenny en ese momento fuera llegar a su intento de cama.

—¿Estarás bien?—preguntó Tammy al instante que vio al rubio, levantándose rápidamente de su asiento para tocar con cuidado la cara del chico. El la apartó amablemente.

—Solo es un rasguño... En la córnea —sonrió un tanto burlón, lo que su energía le permitía—. Ahora solo quiero ir a casa.

Tammy asintió.

—Butters y Cartman tuvieron que irse. Pero Butters me dijo que quería estar al pendiente de ti...

—Le llamaré luego. Descuida —interrumpió el chico, recordando el fracaso de aquél día y preguntándose porqué Butters ni si quiera se había quedado a ver como estaba.

Se encaminó a la salida, dándole a entender a Tammy que no quería hablar más.

Pero antes de salir del hospital Tammy corrió para alcanzarlo.

—Tu premio —expresó jadeando. Pronto tomó la mano de Kenny para depositar en ella el patético llavero que había ganado hace unas horas.

Kenny lo miró y río incrédulo.

—Es horrible.

La chica lo miró haciendo un puchero y se lo arrebató de las manos.

—Entonces me lo quedaré yo. Es lindo.

—Vale. Es un regalo.

El rubio le dedicó una sonrisa ladina para luego mirarla unos segundos. Después alzó la mano en señal de despedida y salió, derrotado, por el umbral de emergencias médicas.

×∆×

Al pasar de los días las citas y el caos se fueron agravando. Cartman y Butters salían para luego ser sorprendidos por Kenny y Tammy: en el parque, en la cafetería, en el cine. Donde fuera siempre llegaban al lugar de la cita (y siempre en el momento más inoportuno). De pronto se había vuelto una rutina.

Sólo ♡ mátame amor [Kenny x Butters x Cartman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora