Jueves 4 de junio

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No se si había contado la historia de mi amor de supermercado 15 años mayor que yo, lástima si no lo hice.
Su espalda combina con su mentón orgulloso,
sus ojos son de zorro astuto.
Las cejas son como dos orgullosas montañas,
y ni hablar de su besable boca.
Su aire es soberbio,
sus manos son laxas
las piernas tiesas,
y su mirada es mordaz.
Lo que llama la atención
es como con desbordante seducción
camina a través del consumismo,
como si nada le importara
como si fuese inmortal.
El tiempo ayudó al olvido,
pero el destino ama los raros encuentros,
mientras yo iba a por comida,
él pasó a mi lado indiferente al pedacito de corazón que era suyo.
El shock me ablandó las piernas,
también el alma.
Lo vi, y vi algo nuevo.
Vi su sonrisa, que elimina todo aire soberbio.
Los ojos sonríen con él,
ya no son las cejas montañas de indiferencia,
sino que son de un chico pícaro.
Oh, chico de supermercado, por favor, si eres tan amable, devuélveme mi pedacito corazón, que por lo demás no era nada chico.

Amores pasajeros de calleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora