CAPÍTULO NUEVE

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Problemas, todos los tenemos. A veces se juntan todos en un solo día y nos pesan tanto que no sabemos como resolverlos. Es difícil sentirse así, tener todo encima y no saber qué hacer. No sabes como salir de ahí y mucho menos como resolverás todo, pero hay ocasiones en las que llegamos a tener un pequeño gesto de otra persona que nos permite calmarnos. Puede ser una palabra, un abrazo o algo tan simple como escucharnos. Si, tan solo algo tan simple basta para poder ser feliz.


Un día de junio, del año 2018


El día empezó como cualquier otro, tenía que ir a la universidad como siempre. Me levanté temprano como todos los días. Una vez en el carro, quise pelear por pagar medio pasaje, como es debido, pero el cobrador simplemente se entercaba. Llegado un punto en que amenazaba con bajarme del carro. Para no hacer más difícil el problema, acepté el precio y me senté sin decir nada.  En la universidad, nos dieron los exámenes finales ya calificados. Aprobé en su mayoría, lastimosamente no puede ser todo perfecto y reprobé el curso de Redacción de Textos. Si, lo sé, que irónico que jalara ese curso mientras escribo este libro. En mi defensa, solo desaprobé por un punto. Esto era un problema, por lo que tenía que recuperar el curso en el siguiente ciclo. O sea que estaré arrastrando un curso durante la carrera. Una cosa más que anotar a la lista de decepciones de mis padres. Saliendo de la universidad me fui a pasear alrededor. Perdiéndome un poco, encontré una tienda de Tai Loy, entré para buscar unos plumones para dibujar. Son unos que tienen diferentes tamaños de grosor para poder hacer líneas más delgadas o gruesas. En el transcurso de buscarlos, encontré unos cuadernos pequeños que estaban en oferta. Me los compré para usarlo en el aula, quería llenarlos de dibujos, como todos los cuadernos que tengo. Terminando todo, fui a tomar mi carro para regresar a casa. Volví a tener el mismo problema con el cobrador y otra vez, tuve que dejarle ganar. Un día de mierda.


La semana pasó así, recogiendo exámenes y peleando con cobradores. La vida de un universitario promedio. Durante mis viajes en el micro, me lamentaba el no poder dar ese paso para besar a Maria. Desde hace mucho tiempo no tenía valor para hacer muchas cosas, pero esta era la que más me arrepentiría ese año. Llegado el domingo, las Olimpiadas empezaron. Todo estaba listo, el cartel lo tenía hecho, el evento ya estaba organizado y, sobre todo, mis ganas de que pasen esos dos días estaban hasta las nubes. Sinceramente, no quería asistir a ese evento. Unos días antes, un miércoles, nos citaron a los hombres que querían participar del torneo de futbol. Yo, como buen hombre de barrio que creció jugando partido en el barro, quería participar. Siempre quise ser parte de un equipo y ganar un torneo para hacer escuchar los aplausos de las personas y sentir que ganaba algo en la vida. Lastimosamente, los días de entrenamiento eran días que yo tenía que ir a la universidad y no pude asistir a ninguno. Por lo que no pude participar del torneo de futbol. Lo bueno, es que tendría más tiempo para pasar con Maria. Llegando a la iglesia, desenvolví el cartel y decidí darle algunos toques finales para que así pueda quedar mejor. Cuando en eso llegó María, viendo que estaba en el suelo pintando, se puso a hablar conmigo. No la veía desde ese día en mi casa, por lo que yo estaba un poco nervioso.


- ¿Lo trajiste eh?
- Pues, tenemos que ponerlo en su cuadro para que los catequistas lo lleven.
- A si, tienes razón.
- Mmm…
- Y, ¿cómo estuviste?
- Bien, con exámenes y exposiciones. Logré aprobar todo.
- Qué bueno.
- Si…



El ambiente se sentía algo incómodo, así que decidí no prestarle mucha atención a María y enfocarme en terminar los detalles del cartel. Cuando en eso, entró Pablo y Karina, los catequistas de nuestra aula. Vieron el cartel y quedaron satisfechos con mi trabajo, me querían pagar de algún modo, pero yo les dije que no se preocupen. Llegaron todos los alumnos y procedí a guardar el cartel. Nos dijeron donde será el evento de inicio de las Olimpiadas y fuimos caminando como si de una marcha se tratase. Todos se fueron para su lado, Arjan no aparecía y María se juntó con unas amigas, así que tuve que caminar solo durante todo el recorrido. En ese tiempo tenía un afán de ponerme poleras con gorra y cubrirme la cabeza, también me gustaba vestirme con ropa negra y otras cosas demasiadas dark. Una etapa que demoró mucho en terminar. Durante el camino, sentía como el grupo de María me miraba de rato en rato y me sentía algo raro. Nunca había sido punto de conversación de un grupo de personas o quizás sí, pero esta era la primera vez que yo estaba consciente de lo que hacían a mi alrededor.

HOW HARD TO LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora