Siempre llegamos a un punto de nuestras vidas en las que todo nos va bien o al menos en lo que importa. Pasan los días y solamente puedes notar como las cosas que antes te salían mal, ahora las haces mejor. Progreso en la escuela, mejor desempeño en el trabajo o simplemente algo tan sencillo como mejorar tu rutina. Los pequeños cambios son lo que mejora la perspectiva de una vida, pero, así como todo puede salir bien también se puede caer inesperadamente y uno solo puede hacer lo mejor para que eso no sea eterno. Por eso aprendí a poder aprovechar los momentos que nos da la vida, esos pequeños momentos en que todo sale bien. Porque quizás, todo podría salir mal.
Un día a principios de enero, del año 2016.
Cuando todo empezó a ponerse mal, mis padres me llevaron a un policlínico cerca de mi casa. Ahí me hicieron algunos exámenes y pruebas de sangre con las que detectarían que cosa era lo que yo tenía. Solo tenía dos posibles explicaciones, gastritis o apendicitis. Ambas malas, pero al menos una tratable en la mayor brevedad posible. Esperábamos los resultados, cuando una señora que estaba sentada al lado de nosotros le dijo a mi madre que, sea cual sea el resultado, sería mejor que me lleven a un hospital. Porque ahí me podrían atender con más rapidez y eficiencia que en un policlínico. Paso unos minutos y mi madre decidió que fuéramos al hospital del distrito en el que vivíamos. Saliendo del policlínico mis padres conversaron sobre el costo y si podrían pagarlo. Por suerte, mi familia cuenta con un seguro en el hospital de marina gracias a mi padre. Lastimosamente, ese hospital esta como a tres horas de donde vivo y nada me aseguraría de que llegara a tiempo si fuera apendicitis. Pensaron un rato que hacer y al final decidieron que iríamos en taxi al hospital de la marina. En el transcurso solamente intenté dormir, los rompe muelles de la pista y los movimientos del taxi hacían que me doliera demasiado el abdomen, lo que también ponía nerviosa a mi madre al verme como me quejaba en silencio del dolor. Pasaron las horas y por fin llegamos al hospital, entramos por la parte de emergencia y nos atendieron relativamente rápido. Estando dentro del cuarto donde atendían a los pacientes menores de edad, me hicieron las mismas preguntas y los mismos estudios que en el policlínico. Luego de todo eso, me echaron en una camilla y me conectaron suero para poder disminuir el dolor. Me pude relajar por una hora, hasta, que lo resultados salieron. Yo estaba solo en la habitación, mis padres estaban esperando afuera, y cuando los resultados llegaron solo vi como una enfermera venía a llevarme a otra camilla con ruedas. Me trasladaban y no me decían nada. Salimos de la habitación y vi a mis padres, ellos se acercaron y me acompañaban junto con la enfermera. Les pregunté que tenía y ellos me dijeron que era apendicitis y que pasó demasiado tiempo desde que empezaron los dolores, por lo que tenían que operarme de emergencia para poder extirparlo. Asustado de lo que me pasaría, tomé la mano de mi madre y le dije que no quería que me operen justo antes de entrar al área de operaciones del hospital. Cruzando esa puerta solamente veía muchas puertas, donde supongo que había más salas de operaciones. Entrando a la sala, vi las maquinas que detectaban tus pulsaciones cardiacas, la camilla donde me pondrían y los utensilios que usarían. La mayoría casi como lo vi en series de hospitales. Me pusieron la mascarilla con el sedante y me dijeron que cuente hasta diez. Empecé a contar y llegué a los ocho segundos antes de quedarme dormido. Según me dijeron, la operación duro cuatro o cinco horas. Yo solo recuerdo haber parpadeado y despertado en otra habitación. Así fue como empezó todo ese año. El peor año que tuve, hasta ahora.
Cuando desperté, estaba en una habitación larga y oscura, había muchas camillas al lado mío, tanto que no lograba ver donde terminaba la habitación. Vi a una enfermera en el mostrador de la habitación y la intenté llamar.
- S-señorita (dije con una voz un poco débil).
- No, no no. No debes hablar.
- S-señorita.
- No hables, si hablas te va a doler el abdomen.
- ¿Qué?
- No hables, shhh silencio. Tranquilo (me decía mientras me tapaba la boca).
- ¿Por qué estoy aquí? (dije mientras mi boca estaba tapada por su mano.
- Deja de hablar, estas aquí para que vengan los doctores a checarte. Esperarás aquí hasta que puedas orinar. Luego de eso te llevaremos a tu habitación.
- Mmmmm (afirmación).
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HOW HARD TO LOVE
RomanceLuis es un chico que como cualquier otro adolescente, vive su vida sin un rumbo fijo. Cuando por una casualidad conoce a Maria, que le hará recordar un viejo amor. Mientras se cuestiona si vale la pena volver a entregarse a algo que posiblemente lo...